II. DE BRUNO KREISKY

La historia

El siglo veinte será recordado -si sobrevive la humanidad- como uno de los más cruentos de la historia. La imposición de ideologías totalitarias fue una de las causas más recurrentes de la opresión y muerte de millones. Tan sólo la Segunda Guerra Mundial produjo 20 millones de víctimas. Los Hornos crematorios, el Archipiélago Gulag, la Revolución cultural, la “Limpieza étnica” en varias partes o regiones, son sólo referencias de la perversión y de la insania adonde puede llegar el ser humano.

La fuerza, el temor o la democracia electoral practicada en un número creciente de países, permitió que arribaran al poder agitadores, demagogos, caudillos, líderes populistas que violentaron el sistema político y social establecido, para instalar dictaduras más o menos rudas y algunas abiertamente ruines y aterradoras. La doctrina nazi y Adolfo Hitler representan quizá el ejemplo supremo.

Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial se impuso la llamada Guerra fría, esto es, la rivalidad ideológica, política, económica y social entre los sistemas comunista, encabezado por la URSS y capitalista, liderado por Estados Unidos. Uno y otro luchaban por atraer a su campo un mayor número de simpatizantes y seguidores. El antagonismo de las superpotencias significaba un riesgo inminente para la humanidad y provenía menos del debate ideológico como de la amenaza nuclear que conllevaba.

Cada país tuvo que definirse más o menos abiertamente, o pretenderlo así. Con todo, un gran número de países pobres (países en desarrollo, en el lenguaje de aquella etapa) se congregaron alrededor de un grupo llamado Movimiento de países no alineados que incluían a la India, Indonesia, Egipto, Yugoslavia, Argelia, Argentina, Chile, Venezuela y docenas más. Casi todos los de Europa Oriental se alinearon –más por fuerza que voluntariamente- con la Unión Soviética y los de Europa Occidental y otros (Japón, Australia), con Estados Unidos.

Con todo, a inicios de los setenta y en irremediable choque con las superpotencias, un reducido pero influyente grupito de líderes políticos de Europa occidental impulsó una posición política e ideológica independiente, a medio camino entre los extremos ideológicos y políticos de las superpotencias. El grupo lo constituían: Willy Brandt, Olof Palme, Bruno Kreisky, Pierre Elliot Trudeau, Mario Suarez, y otros. Una postura ideológica los caracterizaba: la socialdemocracia.

Concebida y desarrollada al mediar el siglo diecinueve, la socialdemocracia puede entenderse como una ideología política, como una doctrina política que pregona y favorece la intervención estatal en la promoción de la justicia, de los beneficios del estado benefactor, en el marco del capitalismo.

Los años de formación.

La niñez de Bruno Kreisky transcurrió durante la época de mayor gloria de Viena. Al cambio de siglo y por varios años Viena constituyó una de las grandes luminarias del orbe. Artes plásticas, música, filosofía, arquitectura, psicología, urbanismo, economía, medicina… no hubo sector del arte y de la ciencia en la que Austria no destacara o estuviera a la cabeza

Fueron asimismo los últimos años del imperio austriaco, un emporio multinacional de Europa Central acaso más eficiente y próspero que lo que le conceden no pocos críticos e historiadores. Pero quizás el acontecimiento más decisivo, el de mayores consecuencias de esos años lo representó la Primera Guerra Mundial.

Kreisky nació en Viena el 22 de enero de 1911. Pertenecía a la clase media de la sociedad vienesa, procedente de una familia judía no practicante. Su padre era fabricante de ropa. En la escuela conoció y padeció el racismo antisemita de compañeros de clase. Desde joven mostró inquietudes políticas y sociales y pronto se afilió al Partido Socialista de Austria. Estudió derecho en la Universidad de Austria.

Las vivencias de la Primera Guerra Mundial forjaron en él una oposición natural a toda forma de violencia. Otro fenómeno que lo influenció años más tarde fue el desempleo en Europa, durante la Gran depresión (1928-1931). Al malestar que provocó el desempleo atribuyen los estudiosos el origen del fascismo y del nazismo. De modo que arribaron tiempos aún más agitados y difíciles para Austria. El democristiano Engelbert Dollfuss (1932 – 1934) disolvió la Asamblea Nacional, prohibió el Partido Social Demócrata e impuso una dictadura. Bruno Kreisky trabajó para su partido en el clandestinaje, un rasgo que comparte con Nelson Mandela. En 1935 fue arrestado por alta traición, liberado en 1936 y vedado de estudiar en la universidad.

La historia registra el 18 de marzo de 1938, como el día cuando el régimen nazi se “anexó” Austria. Bajo la ocupación y en vista de su origen y creencias, Kreisky sufrió de nuevo prisión y acoso de la Gestapo. Su permanencia en Austria se tornó insostenible. Fue expulsado de Austria y en septiembre de ese año emigró hacia el norte europeo, a Suecia. Permaneció allá hasta 1951.

En Suecia el gobierno social demócrata se afanaba en establecer la política de pleno empleo y la igualitaria distribución del ingreso, sustentado en altos impuestos. Pretendía sobre todo la creación del estado benefactor (Welfare state). Kreisky observó allí toda la serie de medidas de política social que construían los suecos y que componen la infraestructura del estado benefactor. No eran los únicos. En Estados Unidos el presidente F. D. Roosevelt gobernaba con el propósito de crear una medida equivalente. Establecer la seguridad social de la cuna a la muerte para todos era su mayor obsesión, señala uno de sus biógrafos.

Estocolmo no sólo acogió a Kreisky en su exilio y le enseñó el ejercicio de la política social, sino que también lo acercó a personalidades que serían compañeros de ruta. Uno de ellos fue Willy Brandt, quien se hallaba exiliado en Noruega. Allí comenzó su larga amistad, lo mismo que con Olof Palme.

Acabada la guerra, de 1947 a 1951 Kreisky trabajó como segundo de a bordo en la embajada austriaca en Estocolmo.

El Canciller (Primer Ministro) Bruno Kreisky

En 1951 fue llamado a trabajar en el Departamento de Economía del gobierno austriaco, en Viena. Regresó en compañía de su esposa Vera Fürt, con quien se había casado en 1942. En 1953 fue nombrado Subsecretario de Relaciones Exteriores, con el Ministro Leopold Figl y en 1956 ganó un asiento en el parlamento. Años más tarde, en 1959 Figl se convirtió en Canciller y designó a Kreisky Ministro de Relaciones Exteriores. En ese puesto permaneció hasta 1966.

En 1967 es elegido presidente del Partido Socialista de Austria y en 1970 gana las elecciones y se convierte en Canciller, siendo reelecto con holgura en las elecciones de 1975 y 1979.

Como Canciller realizó una serie de reformas políticas y sociales: en derecho familiar, laboral, minorías lingüísticas, derechos de la mujer, etc. También dialoga con la iglesia católica, poderosa en Austria, país mayoritariamente católico. Durante su mandato, Austria creció moderadamente, tuvo baja inflación y se acercó al pleno empleo. Creó un sistema de bienestar que buscaba semejarse al sistema sueco.

Con Kreisky Austria gozó de gran respeto en Europa y el mundo. Su reputación personal rebasaba el tamaño de su país, bien que no faltaban voces que le recriminaban sus contactos con Yasser Arafat y Muamar Kadafi. Lo cierto es que el diálogo era un atributo personal notable de Kreisky. Como fuere, se calcula que entre los setentas y ochentas transitaron por Austria más de 200 mil judíos soviéticos con destino a Israel. Igual, el cuidado y la discreción de su política garantizó a no pocos húngaros y checoslovacos refugio seguro en Austria.

Rodeada Austria de países comunistas, Kreisky hacía uso de lo que llamaba “neutralidad activa” para mantener relaciones cordiales con sus vecinos: Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia. Para Kreisky la identificación de Austria como país neutral era imperativa. La idea, el concepto de neutralidad para Austria había sido creación suya.

Durante su largo gobierno, Kreisky trabajó sobre todo enfocado en tres bandas. Primero en el plano doméstico: creando las condiciones para remediar las desigualdades e injusticias de la sociedad austriaca, aplicando su experiencia sueca en el establecimiento del estado benefactor. Segundo, buscar con insistencia la estabilidad de Europa. Y tercero, contener y acotar las áreas de riesgo o amenaza en el mundo.

Sencillo en su trato con los demás –sin familiaridad-, gozaba de enorme ascendencia entre los austriacos. Nunca reveló amargura ni rencor por su experiencia personal de la persecución nazi, el exterminio de no pocos familiares o del exilio forzado. Gran orador también, en 1983 se retira de su cargo y cede el liderazgo a Fred Sinowatz.

Fue una personalidad internacional de la categoría los Kennedy, de Franklin D. Roosevelt, Charles de Gaulle, Willy Brandt y Olof Palme. Muere en 1999.

El legado

Si a su país –un poco mayor que el estado de Jalisco- consigue darle una voz a nivel internacional y obtiene el respeto que una vez mantuvo, destacó de modo sobresaliente su apoyo a las distintas vías del diálogo entre países que se esforzaban por destrabar la amenaza de la rivalidad EUA – URSS. Convirtió a Viena en el lugar de encuentro entre EUA y URSS.

Casi no hubo asunto o foro internacional de importancia que no contara con la contribución comprometida de Kreisky. Fue actor y un gran animador del Diálogo Norte – Sur, donde jugó un papel destacado, trabajando con sus viejos amigos Willy Brandt y Olof Palme. El desarrollo de los países en desarrollo era un asunto que ocupaba la atención de Kreisky permanentemente. La infraestructura y el manejo del agua en esos países eran temas recurrentes en su visión.

Con el presidente de México, José López Portillo, fue coorganizador de La cumbre de Cancún en 1981. La Cumbre Norte – Sur cumplió con lo previsto, pero a la larga prevaleció en el mundo la visión de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, de atenerse a las soluciones del libre mercado para todos los problemas habidos y por haber.

Se oponía a La guerra de Vietnam y explicaba por qué. Transcurrían tiempos de cambios, pero algunos problemas añejos se recrudecían.

El conflicto árabe – israelí ha sido uno de los asuntos más enconados y difíciles de resolver. A mediar en él dedicó muchas horas y días. Kreisky se oponía al sionismo puro, por lo que Golda Mier y León Wiesenthal lo recriminaban.

Kreisky fue el primer líder europeo en apoyar las aspiraciones nacionales de los palestinos. Era también de la convicción de que la existencia en paz de Israel podría garantizarse sólo mediante la normalización de sus relaciones con los estados árabes. La rivalidad y desavenencias entre ambos grupos siguen vivos.

Entre las cualidades de Kreisky parece que la más arraigada era su capacidad para y el valor que concedía al diálogo.

 

LA / CDMX, abril de 2021

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