Para todo diplomático mexicano reviste un gran honor, resulta un privilegio grande referirse o citar el nombre de Alfonso García Robles. Ese es nuestro caso, desde luego, siendo doble hoy pues nos convoca la presentación de la obra escrita de don Alfonso.
Expresamos nuestra gratitud y reconocimiento al doctor Alberto Enríquez Perea, quien ha sido incansable promotor y divulgador de la obra de don Alfonso y bajo cuya iniciativa estamos hoy aquí reunidos. Igualmente nuestro agradecimiento a El Colegio Nacional por su visión y su interés de hacer asequible a los lectores la obra reunida de uno de los mayores mexicanos del siglo pasado.
En seguimiento a la fértil tradición de la diplomacia mexicana, don Alfonso fue un devoto de la escritura. Comenzó a escribir y publicar a temprana edad. Sus primeros libros, escritos en francés, fueron publicados cuando residía en París, donde el joven jurista terminaba sus estudios, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Su primer libro, titulado Le panamericanisme et la politique de bon voisinage (El panamericanismo y la política del buen vecino), fue editado en París por Les Éditions Internationales, en 1938. Conviene resaltar por cierto la gran admiración que mantenía don Alfonso por el Presidente Franklin Delano Roosevelt, a quien consideraba un político extraordinario y a quien se refería como “el ilustre apóstol de la política del buen vecino”.
No era sencillo –hasta ahora- ni aún para los estudiosos y los diplomáticos acceder a toda la obra escrita de don Alfonso. La ocasión en que algún apremio nos urgió a consultar uno de sus libros, tuvimos que recurrir a la biblioteca del Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde no dejó de sorprendernos que el libro en cuestión, la “Política internacional de México”, impreso en los Talleres Gráficos de la Nación, no contara con pie de imprenta ni numeración. Se trataba de una edición del propio autor, publicada en 1946, recién concluida la Segunda Guerra Mundial. Don Alfonso contaba entonces 35 años.
Como otros escritores diplomáticos, García Robles se daba tiempo para escribir, en coronación de su trabajo diplomático. Su fertilidad como autor era notable, pues tan sólo ese mismo año -1946- publicó además de la “Política Internacional de México”, otros cuatro títulos: “La Conferencia de San Francisco y su obra”, “L´Université de Paris á travers les siécles”, “Ecos del viejo mundo”, y “El mundo de la posguerra” en dos tomos.
Por un conjunto de similitudes, a menudo nos ocurre comparar a García Robles con Alfonso Reyes, con quien compartía entre otras cosas: el nombre, el oficio diplomático, su inquietud y desvelo por la paz mundial y el afán por la escritura.
La obra escrita de García Robles abarca, grosso modo, las siguientes cinco áreas:
1.- La política exterior de México
2.- La defensa del derecho internacional
3.- El derecho del mar
4.- Las Naciones Unidas
5.- El desarme
A nosotros nos corresponde comentar el Tomo 5 de sus Obras Completas, titulado “La anchura del mar territorial”. El volumen recoge los trabajos de don Alfonso dedicados al Derecho del Mar. Fue publicado hace apenas unos meses -en 2017- y reúne los libros: “La Conferencia de Ginebra y la anchura del mar territorial”, publicado originalmente por el Fondo de Cultura Económica en 1959, así como “La anchura del mar territorial”, publicado por El Colegio de México en 1966.
El contenido del volumen –como toda su obra escrita- es resultado de las reflexiones, de la experiencia y del trabajo de don Alfonso, en este caso como Jefe de la Delegación de México en las Conferencias de Ginebra sobre Derecho del Mar, de 1958 y de 1960. En esa época, ya ascendido a la categoría de embajador, García Robles se desempeñaba como Director en Jefe para Europa, Asia, África y Organismos Internacionales de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Los delegados de México que lo acompañaron a Ginebra fueron: Pablo Campos Ortiz, Jorge Castañeda, Antonio Gómez Robledo y Salvador Cardona.
Las dos Conferencias de Ginebra estuvieron abocadas a codificar el derecho del mar y tuvieron como antecedente la Conferencia para la Codificación del Derecho Internacional, reunida en La Haya en 1930, así como varios trabajos de la Comisión de Derecho Internacional. Los asuntos del mar, por sus enormes implicaciones económicas, han pasado a formar un importante capítulo de la estructura internacional.
La Conferencia de 1958 –que tuvo lugar del 24 de febrero al 27 de abril-, en la que participaron ochenta y seis países, elaboró cuatro convenciones: 1. La Convención sobre el mar territorial y la zona contigua; 2. La Convención sobre la alta mar; 3. La Convención sobre pesca y conservación de los recursos vivos de la alta mar; y 4. La Convención sobre la plataforma continental.
No obstante los avances que se obtuvieron en esa Conferencia, fracasó en su intento por llegar a un acuerdo sobre la cuestión más importante sometida a su consideración: establecer la anchura del mar territorial. Era ése el asunto que más preocupaba a México y a los países en desarrollo: fijar la anchura del mar territorial. Se trataba de “elaborar una fórmula que permitiera codificar en el orden internacional la anchura del mar territorial y los límites de las pesquerías”.
A través de la historia, la jurisdicción sobre el mar territorial había variado significativamente: el Mare Nostrum romano representa su primera tentativa; en los siglos XIV y XV alcanzó las 100 millas que postulaban los juristas italianos; conforme al alcance de la vista, según los europeos del norte de los mismos siglos; hasta el alcance del disparo de un cañón (las famosas tres millas); o la admisión de facto de muchas naciones de las “tres millas”.
La Delegación de México que él encabezaba tuvo una participación muy destacada en la Conferencia. Porque además de su capacidad, aquel hombre manso no callaba sus convicciones. Entre otras cosas reclamó el principio de igualdad soberana de todos los países, si había de alcanzarse un acuerdo sobre el régimen del mar territorial, pues en el fondo el conflicto enfrentaba a las potencias marítimas y a los estados ribereños (los países en desarrollo) en un tema que no era menor: acordar la anchura del mar territorial y de los límites de las pesquerías.
Tampoco la Segunda Conferencia –Ginebra, 1960- resolvió la cuestión. García Robles no sólo se desempeñó como el gran jurista y negociador que era, sino que además reivindicó los derechos e intereses de los países en desarrollo, visto que hasta entonces eran las potencias marítimas quienes imponían la ley.
Fue la Tercera Conferencia, iniciada en 1974, la que concluyó con la aprobación de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, el 30 de abril de 1982. A otro eminente jurista y diplomático mexicano –Jorge Castañeda- correspondería concluir esa labor, presidiendo la delegación mexicana. Allí, en la Tercera Conferencia, y determinada la anchura del mar territorial (las 12 millas), las negociaciones se concentraron en el novedoso concepto de la “zona económica exclusiva”. Casi todo asunto o tema que profesionalmente lo ocupaba sirvió de pretexto a don Alfonso para escribir un nuevo libro o estudio. En nuestras comparaciones con el otro gran Alfonso mexicano, nos parece que igual que Reyes, García Robles todo lo que lo rondaba tendía a transformarlo en literatura: jurídica, política, sociológica…
García Robles anotaba su testimonio personal, sus ideas y convicciones en libros que se leen con deleite, sobre todo en la bella y esmerada edición que hoy comentamos de El Colegio Nacional. Bien que algunos temas sobre los que escribió son áridos por naturaleza, la claridad de su prosa, su naturalidad y precisión tornan muy agradable la lectura. Su estilo, además, reúne las condiciones propias del bien escribir: claridad, precisión y sencillez.
- En el marco de la Cátedra Extraordinaria Fernando Solana, una versión levemente ajustada de este texto fue presentada por el autor en la FCPS de la UNAM, el 1º de marzo de 2018. ↑
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