¡Hola! Los saluda el mentado emba desde su refugio en la cálida (¡y mucho!) Culiacán, muy inquieto por las sensacionales noticias que en estos tiempos abundan sobre el tema de la migración. Cierto que los incidentes han caído en verdadera cascada últimamente. Empezando por nuestra ausencia, otra vez, en la cumbre de los 21 en la India, seguida por la decisión de no participar en el Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC), que este año se celebra en San Francisco, en noviembre. A este foro pertenecen China, Rusia y Canadá, así como Chile y Perú. Lo peor fue la excusa dada para nuestra ausencia, es decir, que no tenemos relaciones diplomáticas con Perú, lo cual simplemente no es cierto.
También se dio la ausencia a nivel jefe de estado en la Asamblea General de la ONU, donde por lo menos condenamos, como procedía hacerlo, la invasión rusa en Ucrania, pero mientras tanto ya se había invitado a un contingente del ejército ruso al desfile del 16 de septiembre.
Pero mi interés en el tema migratorio obedece en primer lugar a mi deformación profesional, de inclinación consular evidente, así como a que en torno a este tema se empieza a discutir un claro cambio en la definición del fenómeno, que debería llevarnos a cambiar nuestra política migratoria.
Permítanme plantear el asunto al estilo usual de emba:
Desde que aconteció la masacre de migrantes en Ciudad Juárez y las secuelas de ésta en relación con la posible responsabilidad del delegado Garduño, a quien le por cierto le han negado la suspensión de la incorporación a proceso por el delito de ejercicio indebido de servicio público (¿?); sin olvidar el patético caso de los migrantes varados como pasajeros en trenes de carga y a la vista de las pavorosas cifras de solicitudes de refugiados recibidos por la COMAR en lo que va del año. Como inesperado remate se presenta un grave problema en una frontera nunca antes objeto de tales casos, me refiero al surgimiento de enfrentamientos y caos en Piedras Negras-Eagle Pass.
Mire usted, ya es sabido que cuando la vida se vuelve difícil en el lugar de residencia, la gente busca soluciones y se muda. La humanidad siempre se ha trasladado en busca de mejores condiciones, a veces a lugares tan lejanos como otro continente. También se sabe que la economía, el hambre, la guerra, la falta de agua y el desplazamiento forzado, han impactado la distribución de la población mundial.
Pero creo detectar que el fenómeno migratorio actual no es igual al del pasado reciente, para empezar porque ya no basta con analizar la migración mexicana únicamente, el fenómeno ha evolucionado e incorpora elementos sin precedente, por lo menos en nuestro territorio. Desde el inicio de las caravanas procedentes de Centroamérica, el fenómeno ha venido mutando hasta hacer implosión en los últimos años.
No estoy diciendo que la migración mexicana hacia EUA haya dejado de ser mayoritaria, sólo que no es tan visible por no conformar conglomerados de nacionalidad uniforme ni viajar en caravanas.
Permítanme contarles que comencé a estudiar este tema allá por los años setenta, siendo un vicecónsul novato en nuestro Consulado General en Chicago. Aunque realmente aprendí muy poco sobre la población indocumentada, sí descubrí que la inmensa mayoría de los mexicanos en aquellos tiempos viajan al norte con la idea de ganar algo de dinero y luego regresar a su tierra natal. Pude establecer que la afluencia de trabajadores se revertía cuando se acercaba la Navidad o el Día de la Madre, por ejemplo.
No me refiero sólo a los trabajadores migratorios, sino a casi toda la migración mexicana.
Así había sido la regla desde entonces, al menos hasta que las nuevas medidas de seguridad en la frontera hicieron cada vez más difícil cruzar, por lo que los trabajadores permanecieron en mismo lugar mejor que regresar a México periódicamente, y así aumentó el número de extranjeros indocumentados radicados en territorio estadounidense. No estoy diciendo que las tasas de migrantes detenidos en la frontera hubiesen disminuido, pero sí que la inmigración ilegal es una cuestión compleja y rara vez comprendida.
De hecho, dudo en llamarla un problema, el verdadero problema radica cada vez más en la repetición de mentiras que a la larga empiezan a parecer verdades. Hoy en día, vuelve a estar muy de moda en EUA culpar de todo lo que está mal a los llamados “ilegales”, esos despreciados “infractores de la ley” que quitan empleos a los estadounidenses y erosionan la fibra social de cada comunidad. En el pasado ha sido así para muchos recién llegados, ya sean irlandeses, italianos o polacos. Pero los mexicanos sí han llegado a personificar esa amorfa multitud conocida como “extranjeros ilegales”.
Ahora me encuentro viendo el problema desde el interior de la república (así dicen en los noticiarios para referirse a los habitantes que no son de la CDMX), incluso me encuentro ejemplos en los semáforos citadinos, en la figura de personajes que piden ayuda para continuar su viaje al norte, a los Estados Unidos.
Recientemente, empero, mire usted cualquier noticiero de televisión verá avalanchas de haitianos o cubanos arrasando los centros de detención o, muy especialmente, las instalaciones de la Comar.
Aprovechando el viaje, dejemos algo claro: los seres humanos no somos legales ni ilegales. Ilegal es algo que haces, no quién eres. Es incorrecto llamar “ilegal” a alguien, incluso si ha cometido un delito. Las acciones o conductas pueden ser ilegales o incluso criminales, nunca los individuos.
Hoy en día tenemos que referirnos a la enorme masa que cruza la frontera de sur de México con la mira puesta en llegar a Estados Unidos y está compuesta por varios tipos de personas. En primer lugar, hay una gran multitud que cruza sin autorización en busca de trabajo en Chiapas o los alrededores. Estos forman ahora la absoluta minoría. El grupo más numeroso lo conforman los “migrantes” verdaderos, es decir, los que se dirigen a la frontera norte.
También hay un número considerable de centroamericanos que llegan a este país como estudiantes, empresarios o profesionales, pero se trata de un porcentaje muy menor. Ni qué decir de los famosos médicos cubanos, que aparentemente encajan en esta categoría, pero su situación es radicalmente distinta.
Estoy tratando de dibujar una imagen de la naturaleza compleja del fenómeno de la inmigración y, al mismo tiempo, les digo cuán parcial es realmente la mayor parte de la opinión pública al respecto. Los opositores a la “invasión ilegal” creen que sólo es cosa de aplicar la ley y expulsar a todos esos invasores.
Además de presionar la frontera norte, la situación tiene ya visos de crisis humanitaria en ciudades que van desde Tapachula hasta Ciudad Juárez, pasando por la Ciudad de México, donde se ha instalado afuera de la Central Camionera del Norte, un campamento de personas en busca de refugio. Cabe señalar que, del primero de enero a septiembre de 2023, los Agentes de Migración han “rescatado” a un millón y medio de migrantes no documentados y setecientos noventa mil fueron expulsados. No queda claro cómo se manejó el resto, que supera los setecientos mil.
La Canciller Alicia Bárcena de manera firme dijo en la ONU que, ante el fenómeno de movilidad humana, México tiene claro que se debe trabajar con el objetivo de humanizar la migración. Considero muy acertada esa declaración, aunque no coincidan con ella diversas autoridades del país que se enfrentan a las consecuencias del aumento de la marea inmigrante.
Supongo que es natural que la policía de migración tienda a clasificar a todo inmigrante “irregular” como sujeto a ser deportado en la mayoría de los casos. Sin embargo, un indicador de que el fenómeno está mutando es el hecho de que la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (Comar), reveló que de enero a agosto de 2023 recibió 99 mil 881 solicitudes de migrantes para obtener la tarjeta de visitante por razones humanitarias.
Hasta el momento se han resuelto de manera positiva 12 mil 468 casos, en beneficio de ciudadanos de Honduras, Haití, Venezuela, El Salvador y Cuba. He ahí el aviso de que la naturaleza del viaje no es ya solamente salir de su país, sino más bien huir de él. El problema es ya de refugiados, tenemos que entender ese cambio y atender el llamado de la Canciller, tenemos que humanizar la migración.
Ello va a requerir recursos por ahora no disponibles, habrá que acudir a instancias internacionales y dar recursos adicionales a nuestras propias instancias, más allá de limitarnos a hacer labor de policía migratoria.
Ni los estados ni los municipios cuentan con recursos para atender esta crisis, pero al menos el presidente de la República ha anunciado la convocatoria de una cumbre que examine el problema. Habrá que ver qué resulta de eso.
Saludos
El emba, inmigratorizado.
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