I. @@CHARLA CIBERNÉTICA CON EL EMBA: UNA RELACIÓN ESQUIZOFRÉNICA@@

Hola, los saluda el ínclito “emba” desde su refugio en Sinaloa, donde se encuentra temporalmente inmerso en un dilema casi existencial. Como es usual en el caso de los miembros del servicio exterior, particularmente los que calificamos para esa feliz dualidad que nos califica como “diplomáticos-escritores”, nos mantenemos – hasta donde es posible – bien enterados de las incidencias de la política exterior de México, pero en estos tiempos ese ámbito está invadido de noticias sobre la relación más importante: la bilateral entre los norteamericanos y nosotros, sólo que son tantas las controversias y debates, que resulta muy escabroso incursionar en ese tema. De hecho los ojos de los medios se dividen entre las incidencias, sucesos y noticias de ese tema casi exclusivamente.

No obstante, he ido estructurando un esquema de enfoque informativo, basado en notas de prensa y algunos análisis de los más respetables y respetados analistas, así que están ustedes advertidos de que esa es la intención de esta colaboración, con perdón por la involuntaria rima.

Empezaré por citar a Enrique Quintana que en las páginas de El Financiero declara que las relaciones entre los gobiernos de México y Estados Unidos parecieran vivir en la esquizofrenia. Afirma que mientras un alto funcionario del gobierno de Biden, John Kerry, ex candidato presidencial y enviado especial para el medio ambiente, reconoce la “sabiduría en el liderazgo de AMLO”, el secretario de Estado, Antony Blinken declara que hay partes del territorio que son controladas por los narcos y señala que consideraría declarar como terroristas a las organizaciones criminales que operan en México.

El periodista Carlos Zúñiga a su vez escribe que las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos están tensas y deterioradas. Ahora es, dice, la crisis del fentanilo, una droga que es hasta 100 veces más potente que la morfina y 50 veces más fuerte que la heroína, el nuevo foco de presión. Hace dos semanas hablábamos de las acusaciones desde Washington ante lo que consideran la impasividad de la administración de López Obrador para abordar la violencia criminal desmedida y hacerle frente al narcotráfico, pero esas críticas están cobrando fuerza luego de que la DEA señaló a los cárteles mexicanos de ser los principales introductores de esa droga, particularmente el de Jalisco y Sinaloa.

Frías y calientes; malas y buenas; cercanas y lejanas, dichas relaciones han sido descritas por José Carreño en El Heraldo de México con todos esos adjetivos, y más. Es, dice enfático, una relación asimétrica en la que ambas partes están de acuerdo en estar en desacuerdo, en aislar los temas escabrosos o en que se trata de un matrimonio disfuncional, sin posibilidades de divorcio.

Si bien se dice que el conflicto entre las empresas Cemex y Vulcan en Quintana Roo, que provocó fuertes fricciones, ha llegado a producir un acuerdo, por otra lado el presidente instruyó al director de la Procuraduría Federal del Consumidor, Ricardo Sheffield, a que hablara con la empresa petrolera Valero y le pidiera bajar los precios de sus combustibles y frenar los abusos, como lo calificó, pues de otra manera, “tomará medidas”, que no identificó, pero que deja en evidencia ese enfriamiento tan citado por los analistas.

Y pocas veces había resultado tan evidente todo esto como en las últimas semanas, cuando críticas institucionales a la situación de derechos humanos provocaron respuestas destempladas del presidente Andrés Manuel López Obrador, que tampoco dudó en subirse al ring para pelearse con legisladores republicanos de segunda fila críticos de su gobierno.

Poco ayuda que haya negado que el fentanilo sea producido en México.

Del otro extremo, se rumora que los dos países estarían cerca de llegar a un trato para incrementar el combate al fentanilo en el lado mexicano de la frontera, con ayuda de agencias policiales estadounidenses, así como más acciones norteamericanas contra el tráfico ilegal de armas hacia México.

Dependiendo de cuánto dinero comprometa EU, y cuánto acepte México, afirma Carreño que la nueva estrategia podría ser el acuerdo más sólido sobre drogas y armas de fuego entre ambos países, desde la iniciativa Mérida de la administración George W. Bush, en 2004.

Por su parte, Raymundo Riva Palacio hace referencia en El Financiero al comentario de Mary Anastasia O’Grady, la columnista de asuntos latinoamericanos del Wall Street Journal, quien criticó fuertemente a John Kerry por haberse mostrado tan elogioso con AMLO y, días después en Washington, la embajadora Katherine Tai, representante comercial de la Casa Blanca, decía a diputados y senadores que, en la disputa energética con México, Estados Unidos tenía a su disposición todas las herramientas del T-MEC, y que estaban listos para utilizarlas.

Una semana después, la columna de O’Grady en el periódico que más defiende los intereses de las empresas estadounidenses coincidió con una filtración a la agencia de noticias Reuters que, citando sin identificar a funcionarios del gobierno de Biden, reportó que en las próximas semanas la Casa Blanca enviará un ultimátum a México para “actuar ahora” en la solución de la disputa energética, porque, de lo contrario, pedirá que un panel independiente resuelva la disputa que, de perderla, podría provocar la imposición de aranceles a los productos mexicanos por miles de millones de dólares, porque “en meses de negociación ha habido poco progreso y el gobierno (estadounidense) ha agotado acciones menos combativas”.

Y de remate el presidente López Obrador prácticamente insulta al Departamento de Estado y a su “departamentito”, que se encarga de hacer su Informe sobre Derechos Humanos, al que califica como “un bodrio”.

Lo dicho, la relación va y viene, sube y baja. ¿Esquizofrenia?

El emba considera que todo ese recorrido por los altibajos de la relación no debe quedarse así, estático. También cabe analizar la política exterior de forma abstracta, objetiva. Para ello echo mano de un extraordinario artículo de Javier Treviño que argumenta justamente lo apropiado, por lo menos a juicio del mentado emba.

En opinión de Javier, una nación exitosa necesita plantearse una doctrina de política exterior basada en metas y estrategias que guíen las decisiones y acciones. El prestigio de la política exterior de México se construyó, a lo largo de los años, porque los gobiernos habían seguido una ruta clara fundada en principios, más que en aspectos ideológicos: respeto al derecho de los pueblos a elegir su propio destino, sin interferencia externa; no intervención en asuntos internos; resolución de controversias internacionales de manera pacífica y mediante el diálogo y la negociación; respeto a los derechos humanos; cooperación internacional para el desarrollo, la seguridad, la protección del medio ambiente y el combate al crimen organizado y el narcotráfico; integración regional; apertura económica y la cooperación comercial, fomentando la inversión y el comercio; oposición a la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales y defensa del respeto al derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas.

Afirma Javier que El problema surge cuando se pretende que los principios se conviertan en ideología.

En política exterior la ideología puede utilizarse como marco para la toma de decisiones y puede afectar la forma en que un estado interactúa con otros estados. La ideología de un estado puede definir la forma en que utiliza sus recursos diplomáticos, económicos y militares, así como las tácticas y estrategias que emplea para lograr sus objetivos.

La historia de la cooperación antidrogas entre Estados Unidos y México se ha caracterizado por ciclos de cooperación y conflicto. Comprender la esencia de estos ciclos es importante para los formuladores de políticas que buscan mejorar la cooperación antidrogas entre los dos países.

Pero más allá de los principios y los ciclos, concluye correctamente Treviño, una nación exitosa necesita plantearse una doctrina de política exterior: un conjunto de principios, metas y estrategias que guíen las decisiones y acciones. Se requiere una doctrina que incluya: intereses nacionales, valores, diplomacia, poder duro (económico y militar) y poder suave (cultural), contexto regional y global, coherencia y perspectiva a largo plazo.

La ideología en política exterior sólo conduce a más polarización y confrontación. Posiblemente la evidencia más clara del peligro de recurrir a la ideología, es la temeraria acusación que sin evidencia alguna lanzó AMLO respecto de la responsabilidad de Estados Unidos del ataque al canal Nord Stream en Ucrania, en lo que constituye un grave acto terrorista.

En ese orden de ideas, Martha Bárcena señala que López Obrador prometió como candidato desarrollar una política exterior de Estado y no lo ha hecho. Es casi una política exterior partidista, dice, se debe buscar reconducir la política exterior.

El emba confía en que estas líneas ayuden a ponderar y comprender cabalmente la complicada política exterior bilateral con el poderoso vecino y socio, con la ayuda y las luces de tan brillantes mentes como las que ha examinado.

Gracias, Javier.

Saludes

El emba, analiticamentado.

 

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