- @@CHARLA CIBERNÉTICA CON EL EMBA.
¡Hola! Los saluda con afecto el ínclito “Emba”, desde su cálido refugio en Culiacán, donde eso de cálido ha llegado al extremo. Les cuento que estoy muy ocupado con una extemporánea mudanza, que me llevó incluso a anunciar a Antonio, nuestro apreciado director, mi posible ausencia temporal de esta columna ya tan añeja, embista, digo, en vista de que la inspiración se fue volando en nubes de calor y humedad, mientras transcurría el cambio de casa a una nueva ya sin las traidoras escaleras.
¡Peroooo! De pronto, de forma del todo inesperada abrí un vídeo que me mostró un comentario de Arturo Sarukhán, sobre el tema de las comunidades mexicanas en EUA, enfocado desde la perspectiva electoral, claramente oportuna en los tiempos que corren. Y ¿qué creen? De pronto se me despertó el interés, se me reavivó la extraviada inspiración y me enfrenté al teclado sin temor. ¡Gracias, Arturo! Eres la salvación para mí y la desgracia para los lectores, que otra vez tendrán que deglutir las mafufadas del emba. Y no va a ser un texto corto, más bien todo lo contrario.
Están advertidos, luego no digan que no lo esperaban.
Un parte de mi carrera de la que poco hablo es el tiempo de mi retorno al país después de una larguísima adscripción en el exterior. Siete años en Chicago, seis en Brownsville, tres en Sao Paulo y dos en Miami, hacían ya urgente el regreso. Así que me comisionaron al novedoso “Programa para las Comunidades Mexicanas en el Extranjero”, a cargo del inolvidable Roger Díaz de Cossío. En aquel tiempo prevalecían aún múltiples estereotipos sobre los paisanos, desde el epíteto de “pochos” hasta la idea de que el peor enemigo de un emigrado era un naturalizado, lo cual no era del todo falso, pero generalizaba, sin ponderar, causas y explicaciones al respecto.
El emba se vio de pronto envuelto en una iniciativa con la que concordaba del todo, a la luz de sus experiencias en Chicago, Brownsville y Miami (sí, también en Miami) que le habían revelado una perspectiva de la diáspora muy distinta de la que superficialmente se había ido estructurando en la opinión pública. Los recuerdos invaden de manera vívida, en especial la experiencia de haber transitado por una visita presidencial (José López Portillo) a Chicago, durante la cual el evento más destacado fue el encuentro con los paisanos. De hecho, ése fue el motivo de la visita, extensión de la que realizara a Washington previamente. No hubo en la agenda de aquella visita nada más preponderante que el reconocimiento a la importancia de nuestra comunidad. La reunión con la paisanada fue memorable, admirable, emocionante. Sarukhán revela en su comentario que el titular del ejecutivo de la nación no ha tenido ahora ningún encuentro con los paisanos y en ese hecho enfoca su artículo, de suerte que al emba se le revela aún más la trascendencia de aquella memorable visita a Chicago.
Así pues, el emba (entonces el “cónsul”) vivió de primera mano aquella experiencia que sin duda lo marcó y lo dejó receptivo a las novedosas ideas de Roger, derivadas de las del Secretario Solana y del propio presidente Salinas.
Pero además, había comprendido la naturaleza del caso de los paisanos, que, como sufrieron fuerte discriminación y desprecio por ser mexicanos, luego al tener hijos nacidos de aquel lado obviamente no querían que éstos fueran a pasar por la misma odisea y, por tanto, intentaban hacerlos pasar por “gringos”, sin enseñarles español para que no los fueran a confundir.
El resultado fue que ahora los discriminaban allá y también acá cuando venían cada año de vacaciones a su tierra.
Y a despecho del lugar de nacimiento nunca fueron calificados como nada menos que mexicanos.
El Programa fue cambiando actitudes paulatinamente, sobre todo cuando los integrantes del equipo nos trasladamos al territorio de la diáspora a encontrarnos con los líderes comunitarios de las diversas regiones. Déjenme darles algunos ejemplos. En una visita exploratoria a Seattle, me informaron que había una comunidad mexicana muy numerosa del otro lado de las montañas, en una reservación india llamada Yakima Valley. Allí se dedicaban a la pizca de champiñones y había grandes plantaciones de lúpulos que empleaban casi puros mexicanos. Me trasladé a ese sitio y me sorprendieron las dimensiones de la comunidad, así como su estructura social, con organizaciones comunitarias variadas y muy exitosas.
Traté de convencerlos de la sinceridad de nuestros propósitos al visitarlos, pero los noté escépticos, incrédulos. Después de largas negociaciones me pusieron una condición para aceptar nuestra participación en sus asuntos: Me dijeron que, si llevaba a Enrique Borja a dar unas clínicas de fútbol a sus niños, me creerían que el esfuerzo era serio y comprometido. Sin pensarlo mucho acepté y, con ayuda de varias fuentes entrevisté a Borja a mi regreso al DF, le pedí su colaboración y aceptó la petición sin reticencias.
Allá fuimos los dos “enriques” hasta el noroeste de EUA.Cruzamos las montañas hasta Yakima. Borja fue recibido como héroe, trabajó duro con los muchachos y la comunidad del valle participó en las actividades del Programa de ahí en adelante.
Una formidable idea de Roger fue que se invitara a las giras del presidente Salinas a los líderes regionales de cada comunidad que él visitara en territorio nacional, lo cual arrancó con el emba encargado de identificar e invitar a cada líder de comunidad estatal que fuera objeto de gira presidencial. Se acordó que, con apoyo de José Ángel Pescador, se identificara a esos líderes en Los Ángeles, lo cual se realizó y se puso en acción a partir de la gira presidencial por Nayarit.
El emba se trasladó a Tepic, donde recibió a los dos dirigentes de la comunidad nayarita en L.A. y se cercioró de que se incorporaran a la comitiva, con presencia en el vehículo del presidente en uno de los tramos de la gira.
Luego fue Oaxaca y después Sonora.
El emba los acompañaba y se cercioraba de que pudieran conversar con el presidente. Aquello fue muy bien sucedido y suena, ahora, lejano, extraño, particularmente a la luz del obvio buen éxito que experimentó el Programa, en comparación con la realidad actual que delata Sarukhán.
Poco a poco se fue modificando la visión que sobre los paisanos se tenía y los cónsules fueron instrumentales en esa tarea, entre ellos el mismo Arturo y el propio emba, junto con tantos otros inolvidables compañeros, que coadyuvaron a hacer realidad aquel proyecto. Los consulados incorporaron a su estructura un área de “comunidades”, que se encargó de administrar las relaciones con los paisanos, apoyar su organización y sus proyectos. Ya constituye ese rubro uno de los pilares de la labor consular, con el permanente contacto entre el consulado y la diáspora
Pero también, señala Arturo, fue quedando en claro que nuestra comunidad no es similar a la cubana o a los judíos, en el sentido de constituir una fuerza político-electoral que trabaje para promover en el Congreso las causas del país, por lo menos para orientar las políticas legislativas. Dice él, con mucha razón, que, si bien podemos ser aliados en algunas causas, no hay esa identidad política que caracteriza a los cubanos, teñida permanentemente de los colores del exilio.
Peor aún, la ruta de la relación con la diáspora ha conducido a la separación, no a la unión, como demuestra el reprobable hecho de que López Obrador no se haya reunido ni una vez con nuestras comunidades, con ninguna de ellas, en ningún momento.
¡Qué diferente actitud la que se palpaba antes y la que se observa ahora!
El emba desea confesar que siempre se sintió parte del esfuerzo iniciado por Roger, exitoso hasta el grado de conformar luego el IME, Instituto de los Mexicanos en el Exterior, de notable trayectoria.
Más sorprendente resulta, pues, que tantos pasos positivos se hayan frenado súbitamente en este sexenio, sin explicación alguna, sin considerar los perjuicios provocados. Ni siquiera hay una explicación que intente aclarar esa extraña conducta. No hay, que el emba sepa, un incidente o incidentes que justifiquen el manifiesto desprecio del presidente por los paisanos, aunque los elogie cuando aplaude el creciente flujo de las remesas. No pasa de allí.
Le duele al emba, especialmente, ese distanciamiento que limita la aprobación presidencial a declaraciones sin hechos palpables que la respalden.
Entiende, por tanto, perfectamente la molestia de Arturo, que se refleja en la de la gran mayoría de los miembros del SEM, particularmente quienes experimentaron la oportunidad de servir como cónsules y se relacionaron de cerca con la paisanada.
Sí, su plumaje es de esos.
El emba, apaisionadamente.
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