Los saluda el ínclito emba
y les desea que este 2017
no se cumplan las terríficas profecías
que penden amenazadoras sobre nosotros.
Dicho esto, me temo que el citado personaje tiene toda la intención de pintar un oscuro panorama, por lo menos en lo que se refiere a la carrera del servicio exterior y sus características. Verán ustedes, durante los últimos 14 meses, el emba intentó influir, empujar, presionar y negociar, desde adentro, algún tipo de mejoría para el estatus de los diplomáticos jubilados, sin que los resultados dejen a nadie satisfecho, menos que a nadie al propio emba. Los acontecimientos se precipitaron y es posible que los esfuerzos de más de un año hayan sido en vano.
He aquí la crónica de lo sucedido:
El nombramiento de Claudia Ruiz Massieu como titular de la SRE trajo consigo la incorporación como Oficial Mayor del Lic. Marco Antonio García Castro, joven sinaloense que había acompañado a Ruiz Massieu a través de su trayectoria política y administrativa. El emba lo conoció cuando compareció ante la Comisión Permanente para la confirmación (o no) de su nombramiento como Cónsul General en Dallas. Claudia presidía esa comisión y Marco era su secretario. Dado que inexplicablemente al emba le fue muy bien en ese transe, se estableció una buena relación entre ellos.
Pues bien, una de las primeras instrucciones que giró la Canciller al flamante OM, fue que buscara la forma de apoyar a los diplomáticos de carrera en estado de retiro, pues estaba consciente de que las cosas distaban mucho de ser ideales en esa materia. A su vez el OM le pidió asesoría al emba y fue así como éste se incorporó al equipo. Paralelamente, un grupo de esforzados y tenaces embajadores jubilados se habían echado a cuestas, con el apoyo de la ASEM, la lucha incansable por los derechos laborales del gremio, en especial el mejoramiento de las condiciones de jubilación. Ellos habían buscado contacto con la Oficialía Mayor desde el inicio de esa administración.
Estos admirables compañeros llevan años tocando puertas, entrevistando a legisladores, promoviendo iniciativas de ley o de reformas a éstas, atosigando a las diversas autoridades de la secretaría e ideando posibles soluciones a la reprobable situación prevaleciente.
Fue con gran entusiasmo que el emba constató la buena disposición del OM y participó en las primeras reuniones en las que se replantearon los supuestos avances logrados con la anterior administración, mismos que lamentablemente se esfumaron en cuanto se fueron ellos. Hubo que empezar otra vez, conscientes de las limitantes a las que se enfrentaban nuestros interlocutores.
El planteamiento de los compañeros se basaba en que ya existía un acuerdo preliminar para retabular las pensiones, de suerte que se estableciera el monto mínimo de éstas, al cual tendrían derecho los jubilados de menor rango -20 mil pesos mensuales- y de ahí construir hacia arriba hasta llegar al mayor rango -43 mil para los embajadores-. Estaban calculados los recursos necesarios y no había habido rechazo de la secretaría. Pero al parecer no había quedado documentado ese anterior acuerdo, ni se habían presupuestado las sumas necesarias.
Sin desalentarse, nuestros colegas exploraron otras avenidas hasta llegar a examinar la posibilidad de obtener un seguro médico de gastos mayores para todos los jubilados.
Tampoco fue posible liberar los fondos necesarios para la adquisición directa de un seguro colectivo, dada la “normatividad” vigente. Así que se contra-propuso gestionar con la Secretaría de Marina, Armada de México, la posibilidad de que nos atendieran en sus hospitales, de lo cual ya había un antecedente no muy bien sucedido.
Los respectivos oficiales mayores conversaron sobre el tema e instruyeron a sus equipos a cincelar un convenio, que hasta ese momento lucía del todo asequible, dado que los números que manejamos en el SEM son comparativamente minúsculos y no habrían de impactar significativamente en los servicios de la Marina. Empezó entonces el peregrinar hacia la Semar, donde no daban crédito al panorama que les presentaban desde la cancillería y veían con gran simpatía poder ayudar a esos diplomáticos en desgracia. Así pasaron varios meses de avance constante y cuando ya era mínimo lo que quedaba por dilucidar, hubo un brusco golpe de timón en la Armada y, sin aviso previo, rompieron las negociaciones, según supimos “por problemas de política interna”.
Ya se imaginarán lo doloroso que era para el incansable grupo de compañeros embajadores sufrir un tropiezo más, pero de inmediato se trabajó en Servicio Exterior una alternativa, no ideal, pero que al menos significaba un paso al frente. Ese dispositivo tomaba en cuenta el evidente desperdicio de experiencia y conocimientos resultante de tener una desfasada edad máxima de servicio, que no sólo corta de tajo una carrera, sino que además desaprovecha todo el capital intelectual que significan los diplomáticos en retiro. Reconocer este hecho llevó a escudriñar los vericuetos legales que permitieran aprovechar tal riqueza potencial, sin despegarse de la normatividad, de tal suerte que la secretaria pudiese recompensar los servicios que le encargara a esa hipotética “comisión consultiva del SEM”.
La idea cundió, se discutió, se analizó y se aprobó. Faltaba solamente descubrir la fuente de recursos, lo cual el propio Oficial Mayor realizó con cierto sentido de urgencia, pues había que incluirlo en el anteproyecto de presupuesto para el 2017. Resultó en una suma que se otorgaría a todos los que se interesaran en participar, en el entendido de que se trataba de una contraprestación sujeta a la disponibilidad de recursos, que equivalía muy cercanamente al costo de un seguro médico de gastos mayores, es decir, 80 mil pesos suministrados en dos exhibiciones de 40 mil pesos cada una (enero y julio).
Todo lo que faltaba era precisar el universo de beneficiados, quienes serían invitados a participar en la organización de las REC, así como en las reuniones anuales de delegados, en el Instituto Matías Romero, en actividades de las delegaciones, etc. Se lanzó una convocatoria a través de los medios, se elaboró un padrón de participantes (no todos los jubilados estaban en posibilidad de participar, ni todos mostraron interés), en fin, todo estaba listo para el arranque en 2017. Incluso el OM le pidió al emba que coordinara una mesa de reflexión sobre Cuba/Fidel Castro, para que durante la REC se escuchara la voz de los embajadores jubilados que hubieses vivido esa experiencia, los cuales recibirían la compensación de marras. Cinco compañeros se registraron y el emba reportó estar listos.
Muy satisfechos se fueron de vacaciones los actores de ese drama, sin imaginar lo que les esperaba a su regreso. Hacia finales de diciembre cundió la noticia de que el OM dejaba el cargo y aceptaba el nombramiento como Secretario de Turismo de Sinaloa que le extendiera el gobernador Quirino Ordaz. De momento parecía un hecho incidental, pero no sólo era que cambiaba el titular del área encargada del programa, sino que además, como ya se sabe, la Canciller fue reemplazada y con ello inevitablemente se trastoca la estructura de la Oficialía Mayor.
Otra vez queda en entredicho lo logrado. Aunque siguen ahí los funcionarios con los que se trabajó muy de cerca por más de un año, nadie puede asegurar que quienes los reemplacen respetaran lo acordado. La certeza desapareció.
Por supuesto que el grupo de embajadores jubilados y la ASEM ya buscan una entrevista con el secretario Videgaray, pues de ninguna manera se rendirán ni cundirá el desánimo, son mucha pieza, lo digo sinceramente.
Si algo logró el emba con su participación en este episodio fue precisamente aquilatar la entereza, capacidad y enorme disposición de los compañeros embajadores. Va por este conducto el reconocimiento y la admiración para ellos.
Saludes
El emba, otra vez desempleado.
Grupo de embajadores:
Enrique Fernandez Zapata; Sergio Romero Cuevas; Francisco Correa; Leonardo Ffrench; Federico Urruchúa; Enrique Romero Cuevas; Leandro Arellano; Francisco González de Cossío; Luis Ortiz Monasterio; Carlos Rodríguez y Quezada (ASEM).
Valioso testimonio, querido Emba. Puntual, exacto y verídico, con el desaliento a cuestas aun esperando a las nuevas autoridades de la SRE que definan qué hacer. Te agradezco la sencillez de tu exposición.
Carlos Rodríguez y Quezada