Para un nativo del municipio estudiado, observar y ponderar un trabajo de esta índole es toda una aventura. No solo se trata de un ejercicio inédito, sino que además abre a escrutinio aspectos que usualmente son ignorados por los estudiosos.
Me agradó mucho leer el trabajo y más constatar que me dejó enseñanzas inesperadas. Mi padre fue el primer cronista del viejo mineral y por tanto yo crecí muy apegado a su visión. Por ejemplo, comparto que para nosotros no se puede hablar de “un” Rosario, ya que la historia demuestra que a causa de la extensión de los túneles de la mina hubo que cambiar de ubicación todo el centro de la ciudad ahora conocida como “Pueblo Mágico”.
Pero no solo fue eso lo que se transformó, sino que a raíz de la construcción del puente sobre el Río Baluarte se cambió la ruta de paso de la carretera internacional, que cruzaba por el centro del área urbana y se trasladó a las afueras a guisa de libramiento; todavía sufrió dicha área otra modificación cuando se construyó el espectacular Malecón.
Más aún, a despecho de la arraigada leyenda de la fundación de El Rosario, de hecho, ya existía un asentamiento al margen del río mucho antes del surgimiento de la mina. Ese poblado se llamaba “Espíritu Santo” y fue destruido por la guarnición española.
Procede por cierto preguntarse si es “El” Rosario o simplemente Rosario, ya que el municipio se llama Rosario, pero la cabecera es El Rosario, como corresponde a la leyenda de don Bonifacio Rojas, cuyo rosario marcó el descubrimiento de la veta, de acuerdo con la leyenda.
Como se puede apreciar, mis raíces me dejaron una visión que ahora cambia cuando me enfrento a la frialdad de los números, las estadísticas y las gráficas que integran el formidable trabajo. Es como enfrentarme a una radiografía de mi tierra y poder ver tejidos y venas antes ocultas.
Ahí está todo a la vista, la economía visible y la oculta, las manifestaciones culturales, la estructura urbana y “suburbana”, así como el entramado social del municipio. Me gusta particularmente el estudio de la otra metamorfosis ahora vigente, la que cambió de “Ciudad Asilo” a “Pueblo Mágico” y sus consecuencias.
En realidad, lo más impactante del estudio aquí prologado es su alcance. Cada capítulo profundiza en algún aspecto de la sociedad, de la economía, de la cultura, incluso revelando aspectos que me sorprenden por su naturaleza y composición. Cabe, pues, extender mi más entusiasta felicitación a los autores.
Como rosarense o “chupapiedra”, agradezco cumplidamente la aportación.
Enrique Hubbard Urrea
Embajador
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