A manera de preámbulo, antes de hablar de El Grito, cabe señalar que la reciente jornada festiva fue obviamente distinta de las anteriores a causa de la pandemia. En consecuencia, al emba lo invadió la nostalgia y se puso a hacer recuento de sus experiencias precisamente como dice el encabezado, pegando de gritos por medio mundo. Los escenarios de celebración multitudinaria están ahí a la vista, donde se ubican grandes comunidades de mexicanos, al tiempo que en sitios distantes o de escasa presencia nacional, la conmemoración adquiere otras tonalidades. Por ello, el emba intentará ilustrar esas muy emotivas experiencias allá donde la distancia es la protagónica, donde no hay presencia cultural abundante, donde el esfuerzo por realizar un evento memorable se tiene que multiplicar.
En su última adscripción, Dallas, por ejemplo, no hubo solamente una ceremonia de El Grito, no, había que multiplicarse para estar presente en todos los festejos, incluso si había que sacrificar alguna tradición, como la hora de El Grito. Pero toda la organización estaba a cargo de la comunidad, el consulado sólo supervisaba aspectos protocolarios y de ceremonial. Así, el emba gritó en Garland, Fort Worth, Arlington y otros sitios, mientras que varios otros compañeros viajaron a diversos puntos de concentración de paisanos y, además, otros tantos acudieron a los festejos de las diversas comunidades regionales, léase los zacatecanos, michoacanos, guanajuatenses, “defeños”, potosinos, etc.
Como diría el emba en su peculiar estilo desordenado, son ceremonias que solamente si se viven (y beben) en el exterior de afuera se sienten plenamente, aun cuando la naturaleza y dimensiones del evento varíen radicalmente de un extremo al otro del mundo. Sí, la emoción que nos invade cuando escuchamos el grito de “¡viva México!” entonado por miles de compatriotas no tiene paralelo, sobre todo si se preside el acto, pero eso no demerita el vibrante entusiasmo que se vive hasta en los más remotos sitios.
Va de ejemplo. En Sao Paulo, Brasil, la comunidad mexicana es pequeña, incluso si se cuenta el inmenso territorio que comprende la circunscripción del Consulado General. Parecería, pues, que la ceremonia se limitaría a una recepción con los colegas del cuerpo consular y ciertas autoridades, pero no fue así pues el descubrimiento de un enclave de paisanos en el sur del país cambió el enfoque. En efecto, en un lugar de nombre muy sonoro, “Pelotas”, descubrimos la presencia de monjitas mexicanas, quienes notificaron al Consulado su intención de viajar a Sao Paulo para la noche de El Grito.
Agreguen ustedes la feliz coincidencia que se dio entonces, cuando en la Universidad de Campinas se formó un mariachi con músicos de la sinfónica, quienes pidieron ayuda para conseguir la parte de la indumentaria que les fue imposible adquirir: los sombreros. Dado que en esas fechas el emba documentó consularmente en el puerto de Santos un navío de carga con destino a Tampico, le pidió al comandante si podría transportar los sombreros en el viaje de regreso, a la cual accedió de buena gana el marino.
Lo demás fue cosa de convencer a la secretaría de turismo de donar los sombreros y enviarlos a Tampico.
El favor lo pagaron los músicos acompañando la ceremonia. Curioso ver a los músicos con las partituras al frente y escuchar al intérprete cantar las melodías de memoria, pues no hablaba español, sólo portugués. Más curioso y emocionante fue admirar a las hermanas bailando un vibrante zapateado.
¡Inolvidable!
El otro caso que el emba tiene grabado de manera indeleble fue el de Belize (sic). Verá usted. La situación que se encontró, ya muy inveterada, era que la noche de El Grito se daba una espectacular exhibición de luces artificiales, generosamente donadas por el gobierno de Quintana Roo. El cielo del Caribe se pintaba de luces y colores a la vista de toda la población, que esperaba ansiosa esa noche. También se daba en un hotel una recepción para el cuerpo diplomático y las autoridades. Pues bien, ya saben cómo es el emba, se puso a observar que la fecha del aniversario de la independencia de Belize era el día 21 de septiembre y, no importa cuánto se esforzaran los beliceños, su celebración se veía opacada por aquel despliegue de luces de la noche del 15. Eso puso al emba a pensar (primera y única vez). ¿No era poco amistoso eso? ¿No se podría compaginar ambas celebraciones sin menoscabo para la de los vecinos?
Pues sí fue posible, de tal suerte que se extendió atenta solicitud al gobierno de Quintana Roo para que el donativo del juego de luces se hiciera al gobierno de Belize y la embajada resolvió trasladar la recepción del 15 a las instalaciones del nuevo edificio de la nueva capital, Belmopán, que estaba ya terminado, pero sin ocupar porque ni el mismo gobierno del país había completado la mudanza de Belize City. En esas circunstancias se dio la primera ceremonia oficial en Belmopán, que fue todo un memorable éxito y marcó el arranque del proceso de reubicación de la embajada.
Mención aparte merece el hecho de que la población mexicana del pequeño país vecino es considerable, proporcionalmente, en el norte del país, pero esos paisanos son sui géneris. En efecto, los mexicanos de Belize son en su mayoría menonitas instalados en dos enclaves principales, uno al oeste del país y otro en la frontera con México. Los del oeste se hicieron presentes la noche de El Grito y le dieron a la ceremonia otro matiz, mientras que la celebración beliceña del día 21 se vistió de gala con el espectacular juego de luces aportado por Quintana Roo.
Todo mundo contento.
Termina este recorrido con una anécdota que tiene visos de leyenda, pero que se repetía en aquellos años como si fuera una verdad irrebatible. Bueno, algo había de eso.
Se decía en la embajada que el emba había ubicado en la puerta (más bien portón) de la cancillería a dos compañeras de la oficina, con una extraña instrucción: Si la persona que llega es mexicana que pase; si es de familia mexicana que pase; si no es mexicana pero trae invitación, que pase; si no es mexicana ni trae invitación pero está en la lista, que pase; si no es mexicana, ni trae invitación ni está en la lista… ¡que pase!
Obviamente la concurrencia fue numerosa, estruendosa y muy amistosa.
Saludes
El emba, enfiestado.
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