I. @@CHARLA CIBERNÉTICA CON EL EMBA: OTRA VEZ UCRANIA@@

Hola a todos, los saluda el inefable Emba desde su rincón de la patria que es su tierra, Sinaloa. Como es su inveterada costumbre, el Emba resuelve abordar temas de los cuales ignora casi todo y, esta vez, no será distinto, de modo que prepárense para su usual perorata y si no están de humor para ello, sáltense hasta donde dice “Y no olvidemos la apenas velada amenaza de Putin…”

Tal vez el tema de la invasión rusa a Ucrania se ha tratado suficientemente sobre todo en los medios, pero tiene sentido señalar que siempre habrá enfoques y aspectos novedosos, espero que este sea uno de ellos.

Mire usted, a raíz de la presentación de la iniciativa de AMLO en favor de la paz, se ha vuelto a generalizar el análisis de ese conflicto, que de tan lejano geográficamente nos suena ajeno y nos quedamos con los partes de guerra y poco más. ¿Realmente qué sabemos sobre Ucrania?

Ucrania es un país de 603,548 km2, con una población aproximada de 44 millones asentado en una tierra fértil que ha sido reconocida como el granero de Europa. Para efectos de comparación, Chihuahua tiene un territorio de poco menos de 250,000 km2.

Ucrania colinda al norte con Bielorrusia, al sur con el Mar Negro, al este con Rusia y al oeste con Polonia, Moldavia, Hungría, Eslovaquia y Rumania. Un país integrado en sus orígenes por diversas tribus eslavas, cuya conformación pasó por varios estatus. En la Europa medieval, formó parte de la mancomunidad lituano-polaca, así como del reino de Rutenia.

El occidente de Ucrania es mayoritariamente católico; el oriente en gran parte ortodoxo ruso. En el occidente se habla ucraniano; Oriente habla principalmente ruso.

Es cierto que Ucrania ha formado parte de Rusia durante siglos y sus historias han estado entrelazadas. Algunas de las batallas más importantes por la libertad rusa, comenzando con la Batalla de Poltava en 1709, se libraron en suelo ucraniano. La Flota del Mar Negro, el medio de Rusia para proyectar poder en el Mediterráneo, tiene su base en arrendamiento a largo plazo de Sebastopol, en Crimea. Incluso disidentes tan famosos como Aleksandr Solzhenitsyn y Joseph Brodsky insistieron en que Ucrania era una parte integral de la historia rusa y, de hecho, de Rusia.

Del otro lado, Nikita Khrushchev, ucraniano, reconoció oficialmente en 1954 que Crimea era parte de Ucrania.

No se trata, ergo, de una situación diáfana, clara, indudable. Y aún hay más.

Desde 1654 Ucrania firmó con la Rusia zarista un tratado en busca de protección contra otras invasiones, ¿cómo firmar un tratado con una región que no es estado soberano? Lo cierto es que se le reconoció como estado autónomo y se propició el ingreso de un número importante de rusos. Así, Rusia fue absorbiendo paulatinamente el dominio sobre una parte de Ucrania.

Los separatistas, apoyados por Rusia en las regiones de Donets y Luhansk -conocidas colectivamente como “El Dombás”- se separaron del control del gobierno ucraniano en 2014 y se proclamaron “repúblicas populares” independientes, hasta ahora no reconocidas por las Naciones Unidas.

Rusia ha respaldado a los separatistas de numerosas maneras, entre ellas mediante apoyo militar encubierto, ayuda financiera, suministro de vacunas contra covid-19 y la emisión de al menos 800,000 pasaportes rusos a los residentes.

El reconocimiento ruso a una Ucrania independiente acaba de hecho con los acuerdos de paz de Minsk de 2014-2015 que, aunque todavía no se han aplicado, han sido considerados hasta ahora por todas las partes, incluido Moscú, como la mejor vía para una solución. Los acuerdos consolidan la toma de la península de Crimea por parte de Rusia y exigen un amplio grado de autonomía para las dos regiones hoy reclamadas dentro de Ucrania, pero no se les reconoce independencia en los acuerdos.

Se dice que en 2008 (tomen nota del tiempo) en una serie de pláticas, Putin le exclamó al entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, Jr.: “George, es que tienes que entender, Ucrania no es ni siquiera un país”.

Moscú siempre negó que planeara invadir Ucrania, pero eso se explica si se sabe que la postura oficial es que esas dos regiones no son Ucrania.

Desde entonces, Ucrania afirma que unas 15,000 personas han muerto en los combates.

No está demás volver a precisar que en derecho internacional no hay reconocimiento del derecho a la secesión, debe respetarse la integridad territorial de un estado soberano.

Hay un antecedente regional cuando Rusia reconoció la independencia de Abjasia y Osetia del sur, dos regiones separatistas georgianas, tras librar una breve guerra con Georgia en 2008. Rusia les ha proporcionado un amplio apoyo presupuestal, ha extendido la nacionalidad rusa a sus poblaciones y ha estacionado miles de tropas allí.

Vladímir Putin recurre para justificar su legitimación del derecho ruso a intervenir en Ucrania a dos argumentos principales:

Primero, que el actual gobierno de Kiev es nazi.

Segundo, que esos nazis estarían llevando a cabo un genocidio de la población rusófona en el este del país, argumento que recuerda al esgrimido por Stalin en 1939 para invadir Polonia, en este caso defender a los hermanos ucranianos.

Curioso, el presidente de Ucrania es judío… ¿y nazi?

Lo que creo debe ser indiscutible es que Ucrania es un estado soberano, no necesita fuerza imperial alguna que lo “libere” de un gobierno “nazi”. La libertad que quiere el pueblo ucraniano es la de elegir su destino, incluido -como quiere la mayoría- ser parte de la Unión Europea (que no es lo mismo que la OTAN) o tener como su presidente a Volodimir Zelensky, el hombre de origen judío que ganó las elecciones en 2019 con un mandato contundente: 73% de los votos.

En la Asamblea General de Naciones Unidas, los países miembros votaron para aprobar la resolución que exige a Rusia detener sus agresiones contra Ucrania. México, con otras 141 naciones, dieron su voto a favor, mientras que Rusia, Corea del Norte, Siria, Bielorusia y Eritrea votaron en contra.

Parecería a simple vista que se sigue reconociendo a dos tipos de prensa: una “capitalista” y otra “socialista”; y pareciera también que en toda disputa internacional se deber ir contra “el imperio del mal”, Estados Unidos, y a favor de los herederos del socialismo real.

¿En serio? ¿Rusia es heredera del comunismo?

El uso de los despojos del estado soviético y la corrupta privatización que lo caracteriza tienen poco o nada que ver con las masas proletarias y mucho con la escandalosa formación de una plutocracia.

República Checa, Hungría y Polonia, en 1999; Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania y Eslovaquia, en 2004, y Albania en 2009, se incorporaron a la OTAN. En 2004, a quince años de la caída del muro de Berlín, cada miembro del pacto de Varsovia pertenece a la OTAN o a la Unión Europea.

La contundencia de la condena a la invasión rusa, contenida en la declaración conjunta de los cancilleres de América del Norte, realizada durante la Cumbre de las Américas, sorprende cuando señala que:

“Reafirmamos nuestro apoyo a la independencia, soberanía e integridad territorial de Ucrania y condenamos la invasión no provocada de Rusia a su vecino soberano y democrático en violación del derecho internacional. Canadá, México y Estados Unidos han condenado reiteradamente las muertes de civiles causadas por la invasión ilegal de Rusia en Ucrania y han expuesto la importancia de defender el Derecho Internacional, incluida la carta de la ONU.”

Digan ustedes si no parece eso corregir los titubeos anteriores respecto de la condena a Rusia, que por lo menos desde la visión del presidente López Obrador, debe ser de respeto a nuestra “neutralidad”.

Pero el Canciller va a Indonesia a la Cumbre del G20 y se une al voto casi unánime (Argentina y algún otro país se abstuvieron) de condenar explícitamente a Rusia (cuyo canciller Lavrov estaba ahí presente) por la agresión contra Ucrania.

Sin embargo, no pasa mucho tiempo sin que Rusia envíe un reportero de Sputnik (medio estatal bajo control del Kremlin) a preguntarle al presidente sobre el tema, y éste responde contundente que México garantiza operación de empresas e intereses de Rusia, apela a “neutralidad” y dice que no cederá a presiones de EUA.

Contradice públicamente a su propio canciller.

Otro ejemplo de esa extraña ambivalencia fue el caso del titular del Instituto Nacional de Migración (INM), quien informó a senadores que ciudadanos ucranianos y rusos podrán tener refugio permanente en México, si así lo solicitan, debido al conflicto bélico por el cual atraviesan ambos países. ¿De veras, ambos? ¿Recibiremos a refugiados rusos que huyen de la invasión que sucede fuera de su territorio? Por supuesto que siempre estaremos abiertos a acoger refugiados, pero ¿era necesario incluir a los agresores junto con los agredidos?

Desde mi perspectiva, oponernos a la agresión que se ceba con hombres, mujeres y niños ucranianos no nos hace “cómplices” de Estados Unidos; pero hacernos omisos ante la agresión masiva a ciudadanos de a pie sí nos convierte en cómplices de una tragedia inhumana.

Una propuesta de arreglo pacífico siempre será bienvenida, aunque prevalezcan notables inconsistencias en nuestra postura respecto de la ilegal invasión.

¿Y cómo puede describirse la situación actual?

El reconocido analista de asuntos internacionales Mauricio Meschoulam escribió que “Las partes rivales, una vez enfrentadas, normalmente buscan comunicar el mensaje de que no serán doblegadas ante las acciones de la otra parte, y reaccionan escalando las hostilidades hasta conseguir que su enemigo ceda o negocie bajo los términos que pretenden. En ese contexto, cualquier medida tendiente a reducir o de escalar la guerra después de sufrir golpes o derrotas, puede ser percibida como signo de debilidad o de falta de capacidad para seguir adelante con el conflicto, lo que, en teoría, fortalecería al rival en sus objetivos y exigencias. Por ello se dice que iniciar una guerra es mucho más fácil que salir de ella. Más aún, cuando se inicia una intervención militar, los argumentos que se usan para haberlo hecho provocan una especie de camisa de fuerza que obliga a seguir escalando la espiral. Desarrollar estrategias de salida sin proyectar debilidad o falta de poder no es cosa sencilla.”

De pronto, el hecho de que Putin amenace veladamente con el uso de armas nucleares parece anunciar que el poderío ruso está quedando en entredicho y, de ser así, el riesgo de un escalamiento se multiplica.

Finalmente, es conveniente recordar el dramático llamado del Secretario General de la ONU, cuando afirmó: «La crisis del poder adquisitivo se desata, la confianza se desmorona, las desigualdades se disparan, nuestro planeta arde, la gente sufre, sobre todo los más vulnerables» y a pesar de ello, «estamos bloqueados por una disfunción global colosal».

La experiencia nos dice que este tipo de impactantes discursos pocas veces tienen efectos prácticos, pero no puede uno menos que esperar que, en esta ocasión, suceda la excepción. El llamado de atención de Guterres es una voz de alarma para Occidente.

Y no olvidemos esa apenas velada amenaza de Putin de usar armas nucleares, los analistas dudan mucho que se atreva a usarlas, pero la amenaza está latente, y no, no se trata de tomar partido como si estuviésemos aún en la guerra fría. No hay paralelismo entre esas dos épocas.

 

Al menos eso cree el Emba.

¡Saludes!

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