A raíz de que se publicó la noticia de que cientos de empleados consulares mexicanos en Estados Unidos están a punto de ser despedidos, al emba le llovieron cuestionamientos sobre el tema, decenas de mensajes teñidos de indignación y en busca de indagación abarrotaron mis redes sociales. Bueno, sólo tengo Feisbuk y juatzap, pero con eso me bastó. Ya de plano abrumado y muy poco embromado, insensatamente acepté responder a los innumerables reclamos, demandas y exigencias que aterrizaron en mi (carro) de sitio. Bueno, la mera verdad fueron dos nada más, pero poderosísimas ambas dos, más la primera y también la segunda, de tal suerte que el anuncio de la próxima edición de nuestra revista virtual de la ADE me cayó como anillo al dedo.
A ver si puedo explicar lo inexplicable.
No doy del todo crédito al encabezado ese que anuncia cientos de despidos inminentes, seguramente habrá varios casos de tal naturaleza, después de todo son 50 consulados con cientos de empleados locales, pero parte de ellos son mexicanos emigrados, residentes permanentes, los empleados poseedores de una visa A-2, que es a los que se refiere la nota, no son necesariamente la mayoría, aunque sin duda llenan una función esencial. La visa A-1 es diplomática, la A-2 es oficial. Corre por ahí una versión que coloca el número de mexicanos poseedores de la A.2 en alrededor de 500, no sé si la cifra estará verificada, pero habría que señalar que el anuncio del departamento de estado afecta solamente a quienes hayan rebasado los cinco años, no todos estarán en esa situación; tampoco sabemos qué tan estricta será la aplicación de esa nueva política, así que hablar de cientos de despedidos suena exagerado.
Pero empecemos por el principio y veamos cómo está eso de los empleados de embajadas y consulados.
Primero hay que señalar que tener misiones en casi todo el mundo implica integrar un equipo de empleados indispensables, que no pueden ser enviados desde la sede. Los más obvios son los intérpretes, dado que nadie habla todos los idiomas del mundo mundial. Pero tener gente sólo para esa tarea no resulta práctico, de modo que el chofer, el guardia, el ujier, la mucama, el mensajero, etc., son reclutados de entre los “nativos” que hablen el idioma local y alguno otro que entendamos nosotros, de preferencia inglés o español, no necesariamente en ese orden. En algunos casos los diplomáticos de a deveras aprenden la lengua, pero eso no significa que puedan despedir a los empleados, pues obviamente la función de éstos no es solamente interpretativa, son además choferes, cocineras, jardineros, etc.
Ahora bien, todos esos empleados son contratados de conformidad con la legislación laboral local, ya que son nacionales de ese país donde está la embajada. Allá muy de vez en cuando habría mexicanos radicados en España, por ejemplo, que podrían emplearse si su situación migratoria y la ley laboral lo permitiera, pero eso fue, durante muchos años, la excepción, hablar de empleados era hablar de extranjeros.
Confieso que el tema de tales colaboradores y su situación laboral amerita escrutinio, pero no es momento para ello. No es, pues, crutinio, lo que sigue
Bueno, no precisamente.
Verá usted. Cuando se habla de diplomáticos la referencia es a los “funcionarios” diplomáticos, es decir, cónsules, secretarios, agregados, similares y conexos, todos ellos sujetos a las reglas del juego, es decir, que ingresan por examen, que son necesariamente mexicanos y que están siempre listos para salir volados de una sede a otra, de conformidad con las necesidades del servicio, (muchas veces oí decir que eran más bien las necedades del servicio, pero eso es otro rollo); y, en la medida de lo posible, sin permanecer menos de dos años ni más de cuatro en ninguna adscripción. Ese es el prototipo, ¿verdad? Pues fíjese que no. Eso no toma en cuenta a esa otra categoría conocida como empleados de carrera, categorizados ahora como miembros de la rama técnico-administrativa. Que son un montón.
Obviamente el equipo ideal para el funcionamiento de una misión requiere algo más que un(a) embajador(a). Alguien tiene que encargarse de la administración, así que habrá un(a) jefe(a) de cancillería, a cargo de los recursos humanos y materiales. También deberá haber agregados, propios o acreditados por otra instancia (militares, navales, etc.) y quién se encargue de atender las diversas ventanillas: sean las de atención a mexicanos (pasaportes, registro civil, protección et al) y las de atención a extranjeros (visas, legalizaciones, poderes…).
Todo eso, salvo lo de los agregados, lo manejan los de la rama técnico-administrativa, que, por supuesto, son mexicanos nombrados y trasladados ad hoc desde la SRE, tal como los funcionarios de carrera, sólo que limitados a tareas propias de un empleado. Visto de esa manera, no habría más que dos categorías de empleados: los mexicanos, que lo eran siempre de carrera, técnico-administrativos; y los extranjeros.
Durante el desarrollo del siglo XX las cosas cambiaron. Primero porque la población mexicana emigrada a EUA creció descomunalmente y ello orilló a abrir consulados en diversos sitios. Más aún, la demanda de servicios hizo explosión y la producción de empleados de carrera, cancilleres, no pudo mantener el ritmo. La consecuencia inmediata fue el deterioro de la atención a la creciente paisanada, que por supuesto dejó constancia de su irritación ante las largas filas. Hubo que recurrir a la contratación de paisanos emigrados, residentes permanentes y por tanto autorizados para trabajar. Esas cifras empezaron a crecer rápidamente. Cuando yo llegué a Chicago (1973), por ejemplo, había tres empleadas locales (siempre eran mujeres pues los esposos trabajaban legalmente y ellas podían contribuir al gasto de esa manera). Para cuando me trasladaron, siete años después, el número de empleados era de 10…y creciendo.
Paralelamente, siempre hubo empleados de carrera temporales, es decir, nombrados con todas las de la ley, pero sólo por el tiempo que durara su “padrino/madrina” como titular. Sí, el embajador o cónsul llegaba con su secretaria y ella se iba cuando salía él (no me acusen de machista, eran otros tiempos). Esto no duró mucho. “Alguien” descubrió que era posible solicitar una visa oficial (A-2) a un consulado americano en territorio nacional y así importara un abogado (es un ejemplo) que reforzara el área de protección a mexicanos, o poder llevarse a un amigo o por lo menos conocido. La visa era por dos años, pero renovable. Legalmente aquel empleado era “de carrera” de conformidad con el estatus oficial otorgado, pero sin estar sujeto a traslado como los demás y sin tener que pagarle traslado de menaje de casa, pasajes, etc.
El problema era que nunca estuvieron registrados como miembros de la rama técnico-administrativa, la SRE ni se enteraba, sólo les mandaban el contrato de servicios similar al de los paisanos contratados localmente.
Y ahí estamos ahora. Ya hay empleados extranjeros -casi todos en embajadas-mexicanos “locales” -mexicanos emigrados y contratados con cargo a caja-, mexicanos temporales -usualmente el equipo de algún embajador(a) o cónsul que permanecen mientras el titular sea su padrino/madrina-, empleados mexicanos “oficiales” -los que están con visa A-2, pero sin ser miembros del SEM- y los de la rama técnico-administrativa, al fin y al cabo, empleados de carrera.
Entiendo que el costo de recurrir al expediente de la visa A-2 es mucho menor que el de los empleados administrativos -de carrera-, pues no hay gastos de traslados, ni pasajes ni nada de eso; además son una espléndida adición de nivel profesional, con buen manejo del idioma; e igual los pueden despedir sin recurso alguno. Sí, pero…
El departamento de estado americano ha resuelto modificar las reglas del juego y anuncia que el lapso total que cubre una visa A-2 será ahora de cinco años improrrogables, lo cual pone en un aprieto a los que han permanecido con ese estatus muchos años, así como al consulado donde laboran.
En las actuales circunstancias, pensar en aumentar el número de empleados de carrera es una quimera, pero ya se creó una necesidad al incorporar a esos empleados oficiales, es decir, que ostentan visa A-2.
Si atender a la inminente crisis que se generará cuando falten dichos empleados es equivalente a convocar a concursos de ingreso para empleados administrativos, el problema se irá agravando mientras se realizan los preparativos para dicho concurso, pues el proceso es muy prolongado. Por otro lado, la austeridicitis está en su apogeo, ¿de veras se va a ampliar, en tiempos de austeridad, el número de plazas de empleado técnico-administrativo? ¿Cuándo fue el último examen de ingreso con la categoría de empleado y cuántas plazas se concursaron? Los que así accedieran al rango de empleado administrativo estarían sujetos a traslados, lo cual no solamente implica altos costos, sino que además elimina la permanencia que es tan ventajosa en el caso de los empleados “oficiales”.
¿Hay otra solución? ¿Cuál?
El emba, fiel a su costumbre, que inveterata est, deja la víbora chirreando y les ruega avisar si encuentran una solución a corto plazo, porque, como dijera aquel, a la larga todos estaremos muertos.
Saludes
El emba, insolutísimamente
Es un tema de fondo. No me agrada la designación de empleados oficiales, porque en esa rama del SEM ascienden a Agregados, y aún a Coordinadores. En la práctica son frecuentemente acreditados como Agregados Civiles, o sea con un rango Diplomático al abrigo de nuestras Embajadas.
También frecuentemente destacan entre el personal más experimentado en asuntos consulares, etc. que no es poca cosa.
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