Sí, el embaya sabe que el prolongado y muy intenso proceso electoral nos dejó saturados de información. También está consciente (apenitas) de que la evaluación de todo lo acontecido vendrá de mentes mucho más lúcidas (y lucidas), pero ya ven cómo es él, no entiende de rozones. Por ello, voy a contarles un corrido muy poco mentado, a ver qué les parece.
Ahí tiene usted que el ínclito emba ha decidido, pésele a quién le pese, abordar el tema de voto de los mexicanos fuera del territorio nacional. La amenaza es real, no la desdeñe, en los siguientes párrafos podría estar leyendo usted las “ideas” y “racionamientos” del inefable personaje, así que ya está advertido, si ni le interesa lo que sigue, sáltese hasta donde dice “En otras palabras”.
Las elecciones también tuvieron efecto fuera del país. De un universo estimado en varios millones de mexicanos emigrados, más de 600,000 solicitaron su credencial de elector, lo cual no es un resultado óptimo, pero tampoco desalentador, sobre todo a la luz del hecho de que el número de credenciales expedidas fue superior en 200% a la cantidad de sufragios emitidos en el año 2000. Sin embargo, para convertir el documento en credencial de elector, había que activarla y para ello era necesario que el titular llamara al INE o realizara la activación a través de su portal de Internet. Se trataba de verificar que no existiera duplicidad, es decir, que no resultara que el interesado tenía dos credenciales del INE, pues no está usted para saberlo ni el emba para contarlo, pero numerosos paisas tramitaron su credencial declarando domicilio en México, porque la credencial es la identificación más aceptada.
Los mexicanos emigrados acudieron a los consulados a tramitar su credencial, pero no dieron el siguiente paso, se quedaron esas credenciales “inactivas” en su mayoría. Así, sólo 181 256 paisanos enviaron su boleta para el proceso federal, 84% desde EUA. De más de medio millón de credenciales tramitadas, menos de 200 mil fueron activadas para votar. Para efectos de comparación, habría que estudiar los resultados de los comicios locales a los cuales ya tienen acceso los paisanos oriundos de ciertas entidades federativas, a ver si el desinterés es mayor en el ámbito federal.
Nótese cómo muy tramposamente el emba habla de voto desde el extranjero, no en el extranjero. No crean que es casualidad, como dijo aquél: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. En defecto (sic), si usted tiene credencial de elector vigente y el día de la elección se encuentra fuera de su distrito, puede acudir a las casillas especiales y depositar ahí su voto, aunque sólo sea para las elecciones federales, no las locales.
Que el día de la reciente elección hubo cientos de potenciales electores varados frente a esas casillas, a los que les fue imposible votar porque se agotaron las boletas, es otra historia. Lo cierto es que si usted hubiese estado fuera del país tampoco habría podido votar, no hay casillas especiales para gente “en tránsito” allende las fronteras. Si eso fuera posible entonces sí podría hablarse de voto en el extranjero, pero no hay tal. Ergo, (ese emba se cree mucho, ¿verdad?) los paisanos que votan por correo sí están votando desde el extranjero.
Pero empecemos por el principio. En el inicio era la paz, digo, en sus inicios la idea de que existían mexicanos perdidos en el limbo político por ser incapaces de votar allá donde viven, ni acá de donde son, nos puso a pensar (¡horror!) en el por qué de tal situación y concluimos, después de una serie de brillantes deducciones lógicas, que no sabíamos. ¡No! Descubrimos que el problema era que no se naturalizaban por miedo a perder su nacionalidad mexicana y acá no existía sistema electoral que considerara su especial situación. Había que hacer algo.
Se constituyó un grupo de trabajo que elaboró dos propuestas: la primera y la segunda. La primera era que los mexicanos no perdieran su nacionalidad mexicana si se naturalizaban allá donde viven; y la segunda fue que se instrumentara un sistema de voto desde el extranjero. De esa manera se atacaban los dos problemas: si deseaban hacer valer su peso político allá donde pagan impuestos, podrían adquirir aquella nacionalidad-ciudadanía sin castigo; y si resolvían no recurrir a la naturalización, podrían ejercer su derecho ciudadano aquí.
Peeero… No es tan fácil, ¿qué creían? Ni se dieron naturalizaciones masivas allá, ni se inflaron las filas de votantes desde el extranjero. Tampoco se previeron algunas de las consecuencias de aquella decisión.
Por ejemplo, haber abierto la puerta a alguien que antes estaba impedido para votar allá y acá, para que ahora pudiera para votar allá y acá, es decir, que fuera capaz de elegir a dos presidentes de la república. ¡Recórcholis! Eso no estaba en el programa. Cierta confusión respecto de los conceptos de nacionalidad y ciudadanía parece estar detrás de ese desastre. Ciertamente la nacionalidad es permanente, invulnerable, la ciudadanía en cambio no lo es, puede ser suspendida y hasta revocada. Una de las causales de suspensión tendría que ser el que ya se posea otra ciudadanía en otro país, pero no está así explícitamente señalado en nuestra legislación. Quien se naturaliza en otro Estado conserva su nacionalidad, sí, pero debería tener su ciudadanía en suspenso, al menos hasta que regresara a vivir permanentemente en territorio nacional. Esa suspensión está permitida cuando se cumple una condena de privación de la libertad, ¿por qué no cuando se adquiere voluntariamente otra ciudadanía?
¿Ya los confundí? ¡claro que sí! Pero hay más. No queda clara la intención del legislador al limitar los derechos ciudadanos a quienes adquieran otra nacionalidad (se entiende que voluntariamente, no por el simple hecho de nacer allá), pero dejar abierta la puerta para que sean registrados como electores desde el exterior. Al parecer no podrían acceder a ciertos cargos de elección popular, pero sí podrían votar en las elecciones de nuestro país. ¡Hmmm! Como que algo no cuadra, ¿no le parece?
Ya de remate y ante la evidencia de una resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal, habría que ponderar el recurso de las renuncias a otra nacionalidad, en especial cuando la otra nación sólo reconoce una renuncia si se presenta ante ellos, como es el caso de Canadá. En otras palabras, validar una renuncia cuando no ha surtido efecto alguno sobre la nacionalidad (y ciudadanía en este caso), es un ejercicio en futilidad.
Atentamente (bueno, más o menos)
El emba, dobleciudadanizado
Dejar una contestacion