Muy agradable fue para el emba enterarse de que se celebrarán los 40 años de relaciones diplomáticas Belice-México. Los recuerdos de sus cinco años como titular en el vecino país se desgranaron en verdadera cascada. ¿Cómo olvidar su primera adscripción como emba? ¿Cómo no recordar a tantos amigos, colegas y compañeros?
Pues bien, ya ven que el emba echa mano de cualquier excusa para opinar sobre temas que desconoce totalmente, pues en este caso sí tiene una justificación para dejar correr el teclado y contarles sobre nuestra fronteriza nación hermana en el Caribe, sobre su gente, sobre sus peculiaridades, sobre su historia.
Ahora que, si no quieren ustedes arriesgarse a sufrir un ataque de aburrimiento, sáltense hasta donde dice “Y ahí está”.
Empecemos por el principio. Con cerca de 23,000 Kms², Belice se asemeja por su tamaño a Tabasco y supera ligeramente a El Salvador, pero esa hermana nación anda por los quince millones de habitantes, mientras que Belice apenas supera los trescientos mil. Caudalosos ríos surcan su territorio, entre la más impenetrable selva, ciénagas y pantanos. Aquel océano de vegetación se interrumpe para dar paso a pirámides, palacios y templos de una civilización perdida, los Mayas, cuya huella perdura hasta nuestros días y todavía presume la más alta edificación construida por el hombre en todo el país, superando incluso a los modernos hoteles.
Otros asentamientos de importancia fueron: Altún-Ha, Lamanai, Xunantunich y Cahal Pech, apenas explorados y estudiados recientemente.
La bahía de Chetumal al extremo norte y la de Amatique al sur, anuncian el arribo a México y Honduras; mientras que su frontera oeste es toda con Guatemala, excepto por 20 Kms. de límite terrestre con México. El Río Hondo y su tributario alimentador “Arroyo Azul” forman la frontera propiamente dicha con nuestro país y el Río “Sarstún” (Sarstoon en inglés) lo delimita con Guatemala al sudoeste.
A pesar de que los conquistadores españoles no ocuparon el territorio ubicado al sur del río Hondo, salvo por algunas misiones religiosas, sí lo reclamaron como parte de las Américas conferida a España en la Bula Papal. Este dato adquiere capital importancia cuando se habla del reclamo guatemalteco sobre el territorio beliceño.
El territorio conocido hoy como Belice fue habitado originalmente por grupos Maya, cuya civilización alcanzó su esplendor entre los años 250 y 1000 D.C. Algunos de los centros de población más poderosos llegaron a dominar amplias extensiones de terreno, como fue el caso de la ciudad-estado hoy conocida como “Caracol”, cuyos guerreros conquistaron incluso a la magna Tikal.
Los fuertes enfrentamientos con los Mayas y el hecho de que jamás fueran sometidos, redujeron aún más el interés por colonizar la nada atractiva región, que jamás dio indicios de poseer riqueza minera. Hacia mediados del siglo XVII, piratas británicos empezaron a aprovechar la escabrosa línea costera como base de operaciones. En 1670 ya contaban con fortificaciones más o menos permanentes.
Por cierto, una de las versiones sobre el origen del nombre del país se basa en el apellido de uno de esos corsarios (Wallace), supuestamente deformado el nombre por la pronunciación española, que dio su nombre primero al río y luego al territorio: Belice (“Waliz”, “Valiz”, “Veliz” y finalmente “Belize” en inglés). Inevitablemente “alguien” descubrió la disponibilidad del llamado “palo de tinte o de Campeche” (logwood), utilizado y muy bien pagado como tintura para textiles en Europa y que ya había sido uno de los “tesoros” obtenido de los ataques piratas a navíos mercantiles.
Pero entonces ¿de dónde salió la población de color mayoritaria en Belice? Pues resulta que cortar, procesar y almacenar la madera es trabajo arduo, para el cual no estaban preparados ni dispuestos los bucaneros; el paso siguiente era obvio: se importaron esclavos de Jamaica. Más tarde, la explotación de la caoba provocó el crecimiento de la población de esclavos y propició la exploración de nuevas áreas tierra adentro.
España sostuvo y mantuvo soberanía sobre el territorio sin nombre (sólo se le conoció como “Honduras Británicas” mucho más tarde). Durante el siglo XVIII, por medio de ataques a los asentamientos británicos y la correspondiente expulsión de los “colonos”, dejó constancia de la ilegalidad de su presencia. Inglaterra aceptó de hecho y de derecho ese dominio al firmar tratados con España que les reconocían simples “concesiones” para explotar las maderas en un terreno determinado. El caso es que ya para 1840 no había más ley que la inglesa en Honduras Británicas. Las Provincias Unidas de Centroamérica y posteriormente Guatemala (1839) reclamaron soberanía sobre Belice como herederos de España, pero los ingleses nunca reconocieron tales derechos.
El Reino Unido pudo haber aceptado e incluso respetado la soberanía española sobre los territorios, pero cuando las colonias españolas se independizaron sólo un hecho contó: no podían recuperar esos terrenos contra la voluntad de una potencia abrumadoramente superior.
Primero México y luego Guatemala intentaron infructuosamente llegar a un acuerdo con Inglaterra. Pronto hubo una Constitución en la colonia, llegaron autoridades europeas, los asentamientos adquirieron permanencia y la presencia de la armada británica desalentaba el recurso de las vías de hecho. En 1859, Guatemala e Inglaterra firmaron un tratado que fijaba los límites entre Honduras Británicas y Guatemala; pero fue hasta 1862 que Belice fue declarado Colonia de la Corona.
A las cero horas del día 21 de septiembre de 1981 se arrió la bandera británica y se izó la beliceña.
La nueva nación adoptó el sistema de Monarquía Constitucional, donde la Reina de Inglaterra es jefe de Estado, representada por un Gobernador General in situ. Se trata de un parlamentarismo a la inglesa, conocido como Westminster por el lugar donde se ubica el Parlamento en Londres. En realidad, el Gobernador General tiene facultades muy reducidas, prácticamente sólo ceremoniales, tal como sucede en el Reino Unido. El jefe de Gobierno es el primer ministro, auxiliado por un gabinete, pero de hecho él es el jefe de Estado.
México fue el primer país en establecer relaciones diplomáticas con Belice el mismo día de la declaratoria, es decir, el 21 de septiembre de 1981. Además, fue el segundo en acreditar Embajador[1] y la representación consular data de la década de los cincuenta.
Desde entonces, el acercamiento entre los dos países ha ido en aumento, hecho muy especialmente ilustrado por el importante respaldo dado a los esfuerzos de Belice por ser admitido en el Sistema Interamericano, con pleno reconocimiento de su status de Estado soberano. Asimismo, es prueba adicional de ello la labor en pro de una solución al diferendo con Guatemala, ampliamente apreciada por el Gobierno de Belice.
Por razones de inmediata vecindad geográfica, así como históricas y de seguridad nacional, Centroamérica constituye un área de interés prioritario para México. Por ello y por su carácter de país fronterizo, Belice tiene importancia estratégica y existe necesidad de impulsar una política activa, a la par que cuidadosa, hacia nuestro vecino, incluso al grado de otorgarle un espacio prioritario en nuestra agenda internacional.
Y ahí está, ya saben ustedes mucho más del pequeño país que la inmensa mayoría de los mexicanos, salvo tal vez los de Chetumal. Espero les haya agradado ese recorrido histórico totalmente improvisado, pero absolutamente bien intencionado.
Saludes
El emba, embelizado.
- Fue primero si se considera que Inglaterra no acredita Embajador sino Alto Comisionado, pues la Reina es jefa de Estado en ambos países. ↑
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