Desde mi refugio en el desierto de Arizona los saludo y me veo obligado a darles una pésima noticia: el emba ha resuelto meterse en otro asunto del que lo ignora todo: Se trata esta vez del calentamiento global, cuya inspiración seguramente proviene de estar expuesto a los calores infames de estas latitudes. Para acabar de nebular el panorama, ese tema será abordado desde la perspectiva del retiro norteamericano de los acuerdos de París, lo cual obliga a hablar del caricaturesco personaje actualmente a cargo de la Casa Blanca. Ya sé que hay ríos de tinta dedicados a él, pero ni modo, trataremos de ser parcos.
Si alguien leyó la aportación que el emba intituló “Los Desacuerdos de Copenhague” recordarán que se plasmaron ahí las diversas corrientes (unas más corrientes que otras) que han surgido desde que se empezó a hablar de cambio climático (primer gerundio). En pocas y selectas palabras hay quien niega de plano la existencia de dicho cambio y el calentamiento que lo hace distintivo. Otros aceptan que se aproxima una casi cataclísmica (va de nuez) modificación climática (tres), pero la atribuyen a circunstancias cíclicas (cuarto gerundio), como sucedió con las glaciaciones. En esta postura lo que queda en claro es la inutilidad de toda acción preventiva, de ser cierta esta tesis, lo que va a suceder sucederá, porque así es esto y ya, no aleguen.
También hay quien dice que se trata de una gigantesca conspiración de los plutócratas (y siguen los gerundios) de siempre, en especial señalan a Al Gore, quien al parecer ha hecho una enorme fortuna promoviendo las nuevas “fuentes de energía limpia”. Bueno, ni que fuera el único. Se señala que poderosas empresas transnacionales patrocinan el concepto de calentamiento global porque son los dueños de las nuevas tecnologías, las que combatirán el crecimiento de la huella del carbono. El uso de carbón como energético (un gerundio más) significó un enorme avance del mundo “civilizado” y grandes fortunas se derivaron de ello. Cuando se cambió a petróleo sin duda se enriquecieron algunos privilegiados, lo cual de ninguna manera significa que habría sido recomendable detener todo ese cambio.
Tampoco se podrá impedir hoy que alguien saque provecho de la evolución, de hecho ya está sucediendo, pero una vez más eso no es argumento válido (gerundio) para tratar de frenar el proceso de modernización ya en desarrollo.
Lo que tal vez no pueda nadie desconocer es que ya estamos en el umbral de una evolución mayúscula (una que al parecer viene llena de gerundios), la que tornará obsoletos a los hidrocarburos. Pretender parar esa avalancha es inútil, la imagen de edificios cuyos ventanales serán celdillas generadoras de electricidad, combinada con la de los gigantescos abanicos que captan la energía eólica y que ya están presentes por doquier, son apenas un asomo de lo que indefectiblemente vendrá.
En ese contexto (¿pero qué es exto?), llega al poder en Estados Unidos un presidente cuya agenda muestra en primerísimo (otra vez gerundio) lugar la reversión de las políticas públicas más emblemáticas (y dale con los gerundios) de su predecesor, una de ellas es precisamente la incorporación de su país a los acuerdos de París sobre calentamiento global. Con eso habría sido suficiente para que Mr. Trump ordenara dar reversa al compromiso, que por cierto era del todo voluntario, no vinculatorio. Pero no conforme con eso Trump se torna apóstata (iba decir ya párele, pero también es gerundio) y niega la existencia de un cambio climático de sobra apuntalado por la comunidad científica (otra vez gerundios).
No es solamente que se alegue que no es la huella del hombre la responsable por el calentamiento, sino que se declara falsa la evidencia que sustenta la existencia de un cambio. Nada de creciente presencia de dióxido de carbono en la atmósfera (y no paran los gerundios), nada de efecto invernadero, nada de smog, nada de elevación de los niveles de los mares, nada de nada.
Así, no hubo argumento capaz de convencer a Trump de permanecer en el mecanismo, a pesar de que empresas transnacionales de innegable peso le pidieron que recapacitara, entre ellas Facebook, Microsoft y Apple.
De nada sirvió apuntar que por primera vez en la historia se había logrado conjuntar un gran número de naciones en un esfuerzo colectivo de asombrosa magnitud. 174 naciones y la Unión Europea firmaron. Tampoco sirvió señalar que el retiro deja a los norteamericanos en no muy grata compañía, sirios y nicaragüenses, no precisamente camaradas, como únicos ajenos a los acuerdos. Podría decirse que esos tres países pretenden parar el mundo y bajarse en la esquina, entre ellos la supuesta nación líder “del mundo libre”, como gustan decir ellos.
Bueno, lo del liderazgo ya no tiene sustento alguno, a juzgar por los resultados de interacciones de Trump con el mundo, todo el mundo. Y falta ver qué resulta de su participación en la cumbre de los 20, donde sus encuentros uno a uno se antojan preocupantes, en parte para nosotros.
Por otro lado, como si no hubiera suficientes teorías de la conspiración rallantes en el absurdo, circulan por ahí en redes sociales por lo menos dos tesis que se llevan el premio: Que el clima mundial puede ser modificado por medio del uso de sofisticadas “armas” electromagnéticas, cosa que supuestamente ya es parte de las estrategias de seguridad nacional de la fuerza aérea norteamericana. En otras palabras, si hay calentamiento (o enfriamiento) será porque así lo provoquen los meros meros, cuando les convenga (¿?).
Y hay otra teoría que niega la existencia del calentamiento global, pero porque, según ellos, la tierra se está enfriando. ¡Oh, pues! ¿Y la disminución de la capa de hielo en Antártica, apá?
No es posible dejar este tema sin ofrecer algún tipo de conclusión, por lo menos no lo es para el emba, incapaz de reservar sus opiniones para consumo doméstico (ya casi terminan los gerundios). Pero una vez más, como lo dijo en el artículo (bueno, ya mero) anterior sobre este tema, lo que resulta del todo incomprensible es que se niegue alguien a instrumentar medidas de prevención ecológica por falta de “pruebas” de que son necesarias. O que haya quién se muestre renuente a intentar limpiar el medio ambiente a menos que se le convenza de la bondad del proyecto.
Sea por lo que sea, ningún daño hace reducir las emisiones de dióxido de carbono. Está bien, no lo hagamos para frenar un calentamiento cuya existencia algunos insisten en negar, pero hagámoslo (gerundio final) porque es preferible no estar respirando “eso”, que no es de manera alguna “aire” y no puede ser más saludable que la alternativa.
Los saluda con el defecto de siempre, su ínclito (y dale) amigo y seguro servidor:
El emba, superdesclimatizado y omnigerundizado.
- Artículo publicado en Revista ADE No. 33, correspondiente al trimestre enero-marzo de 2010. Puede consultarse en www.diplomaticosescritores.org Sección Revistas de ADE.
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