ANGELA MERKEL, DE “NIÑA” DEL ESTE A ESTADISTA MUNDIAL. Jorge Castro-Valle Kuehne*

Sea cual sea el resultado – aún incierto – de las elecciones en Alemania el próximo 26 de septiembre, la “era Merkel” habrá llegado a su fin. A raíz de su decisión en 2018 de dejar la presidencia de su partido – la Unión Demócrata Cristiana CDU – y ya no postularse para un quinto mandato en los comicios federales de 2021, la otrora apodada “niña” (Mädchen, en alemán) concluirá 16 años al frente del gobierno germano, convirtiéndose en la Canciller Federal más longeva de la Alemania reunificada.

A las pocas semanas de nacida en Hamburgo, en la entonces Alemania Occidental, en 1954 sus padres la llevaron a la ex República Democrática Alemana (RDA) donde Merkel pasó los primeros 35 años de su vida, una experiencia que marcó considerablemente su trayectoria política y su visión del mundo.

Antes de siquiera interesarse por la política, su pasión era la ciencia. En 1973, Merkel inició sus estudios de Física Teórica en la Universidad Karl Marx de Leipzig graduándose con honores en 1978; en esa misma institución, obtuvo su doctorado en Química Cuántica en 1986. Al caer el Muro de Berlín en 1989, trabajaba en la división de Física de la Academia de Ciencias en Berlín Oriental.

Como dato curioso, cabe señalar que su apellido paterno fue Kasner, el actual lo obtuvo de su primer esposo, el físico Ulrich Merkel, en 1974, decidiendo conservarlo tras su divorcio en 1982.  Su “predilección” por los científicos quedó de manifiesto al contraer segundas nupcias, en 1998, con el profesor Joachim Sauer, catedrático de Química en la Universidad Humboldt de Berlín.

Poco se sabe de los motivos que la llevaron a abandonar la investigación e incursionar en la política sin contar con experiencia previa en ese complejo campo. Sin embargo, muchos opinan que en realidad nunca perdió su interés en la ciencia como ha quedado demostrado en diversos ámbitos de su gestión gubernamental: sus posturas frente al cambio climático, la energía nuclear y las energías renovables, y especialmente en su manejo, con rigor científico, de la pandemia del coronavirus.

Con la desaparición de la RDA en 1990, la agrupación política en la que militaba – Despertar Democrático – se incorporó a CDU, en cuyas filas comenzó su ascenso meteórico llegando a ser electa al Bundestag (parlamento federal) ese mismo año en las primeros comicios celebrados en la Alemania recién unificada. Un año después sería designada Ministra de Familia, Tercera Edad, Mujer y Juventud y, en 1994, titular del Ministerio de Medio Ambiente, Conservación Natural y Seguridad Nuclear en los gabinetes del Canciller Federal Helmut Kohl, quien la tomó bajo su tutela política dándole el apodo – un tanto paternalista – de “Mädchen”.

En 1998, la “niña” – cuyas dotes políticas y su capacidad para construir alianzas fueron subestimadas por sus pares hombres – se emancipó de su experimentado, pero ya desgastado, mentor político al estallar un escándalo relacionado con el financiamiento secreto del partido demócrata cristiano. Tras la renuncia de Kohl, Merkel asumió primeramente la secretaría general y, en 2000, la presidencia de CDU convirtiéndose en líder de la oposición parlamentaria al gobierno encabezado por Gerhard Schröder del partido socialdemócrata SPD. 

En las elecciones de 2005, CDU – junto con su partido hermano bávaro CSU – con Merkel como su candidata a Canciller Federal, logró ganar los comicios por un escaso margen que la obligó a negociar con otros partidos afines para lograr una mayoría funcional en el Bundestag. Tras varias semanas de arduas negociaciones, en las que parecía desvanecerse su posibilidad de formar gobierno, Merkel optó por una “gran coalición” con el SPD, en la que el ahora Presidente Federal de Alemania, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, fungió como Ministro de Asuntos Exteriores y posteriormente también asumió el cargo de Vicecanciller Federal.

Durante su primer gobierno (2005-2009), Merkel se vio comprometida, por su acuerdo de coalición con el SPD, a continuar con el proceso de reformas al mercado laboral “Harz IV”, iniciado por su predecesor Schröder, a pesar de resistencias en su propio partido y en diversos sectores sociales. Por otra parte, entre sus principales logros figuraron: la normalización de las relaciones de Alemania con Estados Unidos tras el distanciamiento provocado por la oposición germana a la guerra de Irak; el fortalecimiento de la alianza con Francia como principales motores de la Unión Europea; y la exitosa presidencia en turno de la UE en 2007 coincidiendo con el 50 aniversario del Tratado de Roma. También cabe destacar que Merkel se convirtió en el primer líder alemán en hablar – en su propio idioma – ante la Knesset (parlamento israelí) en una memorable visita a Jerusalén en 2008, donde rindió un sentido tributo a las víctimas del nazismo.

En los comicios de 2009, Merkel obtuvo una victoria más holgada que le permitió formar una coalición gubernamental con el partido liberal FDP, más afín ideológicamente a CDU/CSU. Sin embargo, su segundo mandato (2009-2013) no estuvo exento de considerables retos, destacadamente la grave crisis económica y financiera internacional de 2008 que, aunada a la crisis del euro de 2010, tuvo un serio impacto al interior de la UE. Merkel favoreció inicialmente políticas de austeridad presupuestaria que fueron muy criticadas por quienes propugnaban por medidas menos drásticas frente a los países comunitarios más debilitados económicamente por dicha crisis, flexibilizando su postura posteriormente.

La victoria de CDU/CSU en las elecciones de 2013, pero con un enorme debilitamiento de su anterior socio FDP, la obligó a formar nuevamente una gran coalición con el SPD. Este tercer mandato (2013-2017) estuvo caracterizado por uno de los mayores retos que tuvo que enfrentar Merkel como jefa del gobierno alemán: la crisis de refugiados, en 2015, que inundaron diversos países de la UE huyendo de conflictos bélicos en Medio Oriente, especialmente Siria, y África. Su disposición – privilegiando el aspecto humanitario sobre el político – para acoger en su territorio a un número considerable de refugiados (más de tres cuartos de millón de personas) fue duramente criticada en Alemania y favoreció el fortalecimiento de tendencias xenofóbicas que impulsaron al partido  AfD (Alternativa para Alemania) a inéditos triunfos en comicios provinciales, sobre todo en la parte este del país, y posteriormente, en las elecciones federales de 2017, a conseguir por primera vez desde la II Guerra Mundial el ingreso de un partido ultraderechista en el Bundestag, algo hasta entonces impensable en Alemania. Sin embargo, pese a todo, Merkel se mantuvo firme en su posición de apertura con su célebre frase “wir schaffen es” (lo podemos hacer, equivalente a “sí se puede”).

Tras arduas negociaciones que se prolongaron por espacio de seis meses, Merkel logró conformar su cuarto gobierno de coalición, nuevamente con el SPD, que inició en marzo de 2018 y que habrá de concluir con la toma de posesión del nuevo gobierno que emane de las elecciones del 26 de septiembre. Durante este último mandato, Merkel vio debilitado a su partido en varios comicios provinciales en el otoño de 2018, lo cual la orilló a anunciar su retiro como presidenta de CDU y, por consiguiente, su decisión de no buscar su reelección en 2021.

Como su sucesora al frente de su partido, Merkel impulsó a la Ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, una de sus más leales aliadas políticas. Para sorpresa generalizada y decepción de su propia mentora, la nueva presidenta mostró una muy escasa capacidad de liderazgo. Ello provocó su renuncia a dicho cargo a principios de 2021, causando un torbellino en el seno de CDU y obligándolo a reiniciar la búsqueda apresurada de un candidato competitivo con miras al inminente proceso electoral.

Tras una vertiginosa campaña interna, CDU ratificó como su presidente – y candidato a Canciller Federal – al político centrista Armin Laschet, Ministro Presidente (gobernador) de Renania del Norte-Westfalia, el estado más poblado de Alemania, quien se autodenomina “candidato de la continuidad”. Si logrará llenar los zapatos de Merkel y llevar a su partido a una nueva victoria electoral, parece por demás improbable de acuerdo con las más recientes encuestas previas a los comicios.

En efecto, todo apunta a una muy cerrada contienda en la que ninguno de los dos grandes partidos – CDU y SPD – rebasaría el 25% de los votos, lo que implicaría tener que formar una coalición tripartita con otros partidos. Si bien hay varias combinaciones posibles, la conformación más probable sería una coalición liderada por el actual puntero en los sondeos, el candidato socialdemócrata Olaf Scholz, Vicecanciller Federal y Ministro de Finanzas en el gobierno saliente. A menos de una semana de los comicios, la mayoría de las encuestas arrojan las siguientes preferencias: SPD (25%), CDU/CSU (22%), Verdes (16%), FDP (11%), AfD (11%), Izquierda (6%), otros (9%).

El último tramo de la gestión gubernamental de Merkel, tras el complejo y prolongado proceso de negociación del Brexit, ha estado dominado por la crisis sanitaria de la pandemia del coronavirus, que ella ha logrado sortear con relativo éxito – en sus aspectos tanto económicos como sociales – gracias a su manejo responsable tomando debidamente en cuenta, fiel a su formación científica, la opinión de expertos. Ello elevó aún más su nivel de popularidad, mismo que se mantiene arriba de 60% confirmándola, por mucho, como la figura política más popular de Alemania. 

A lo largo de sus cuatro mandatos, el estilo personal de gobernar de Merkel ha sido objeto de encontradas opiniones para tratar de explicar su éxito electoral y su elevado nivel de popularidad a pesar de su (supuesta) falta de carisma. Para sus partidarios, ella ha demostrado responsabilidad, confiabilidad, pragmatismo y sentido común en su liderazgo político, en tanto que, para sus detractores, ha sido titubeante y sin una visión estratégica de largo alcance en cuanto a las reformas estructurales necesarias para el futuro de Alemania. De hecho, se llegó a acuñar el verbo “merkeln” (merkelear) como sinónimo de una actitud vacilante ante cuestiones difíciles.

Sin embargo, es evidente, a juzgar por su longevidad como Canciller Federal, que esta “dualidad” le funcionó bastante bien durante su larga gestión gubernamental. Su tendencia a no precipitarse, le permitió mantener sus opciones abiertas, preservando cierto margen de maniobra, en decisiones polémicas que tuvo que tomar, en ocasiones incluso modificando su postura original.

Por otra parte, a nivel internacional, se le reconoce su liderazgo en la UE o en instancias multilaterales como el G7 y G20, así como su “mano izquierda” – una eficaz mezcla de firmeza y flexibilidad – en su manejo sobre temas delicados y controvertidos (Afganistán, Corea del Norte, Crimea, Irán, Siria, derechos humanos, refugiados, cambio climático, entre otros) con interlocutores clave como los presidentes Putin de Rusia y Erdogan de Turquía o, en su momento, incluso Trump de Estados Unidos.

Si bien es aún prematuro emitir un juicio sobre la llamada “era Merkel” y su legado – que seguramente tendrá sus claroscuros – puede adelantarse que ella ya se ha ganado un lugar destacado en la historia – otra de sus pasiones – tanto de Alemania como del mundo. Entre otros factores, por ser la primera mujer en ocupar la jefatura del gobierno germano y más aún por ser la primera persona oriunda de Alemania oriental en hacerlo; por haber superado el récord de permanencia como Canciller Federal de sus más ilustres predecesores: Konrad Adenauer, el patriarca de la Alemania de la posguerra, y Helmut Kohl, el padre de la Unificación; así como por haber consolidado a Alemania en un sitio de excelencia en Europa y la comunidad de naciones. Así lo reflejan los múltiples reconocimientos que ha recibido no sólo en su propio país sino a nivel mundial; destacadamente, el haber encabezado por más de una década consecutiva la lista de las mujeres más poderosas e influyentes del orbe elaborada por la revista Forbes, y haber aparecido en la portada de la revista Time como “Persona del Año” en 2015 – en el décimo aniversario de su primer triunfo electoral – con el título de “Canciller del Mundo Libre”.

En lo personal, debo expresar mi admiración por Angela Merkel, como estadista y como persona. Tuve el privilegio de conocerla al inicio de mi misión como Embajador de México en Alemania, en 2003, en un evento organizado por la Fundación Konrad Adenauer, siendo ella todavía líder de la oposición parlamentaria como presidenta de CDU. A partir del inicio de su gestión como Canciller Federal en 2005, tuve la oportunidad de dialogar con ella en diversas actividades oficiales a las que se convocaba al Cuerpo Diplomático, siempre gratamente impresionado por su trato sencillo y amable. Sin duda, nuestra interacción más importante se dio en mayo de 2008 cuando tuve el honor de acompañarla en su primera visita oficial a México a invitación del Presidente Felipe Calderón. Algo que también me acercó a ella y su equipo fue mi desempeño durante más de 5 años como coordinador del Grupo de Embajadores de América Latina y el Caribe acreditados en Alemania. Al término de mi misión diplomática en su país, volví a tener contacto con ella, como Director General de Protocolo de la Cancillería, en ocasión de la visita de Estado del mandatario mexicano en 2010, cuyo programa incluyó actividades oficiales tanto en Berlín como en Bonn.

Sin embargo, más allá de estos vínculos institucionales, otro factor de identificación fue nuestra afición compartida por la ópera. Junto con su esposo, el profesor Sauer, era una asidua asistente a festivales de verano como el de Wagner en Bayreuth o el de Salzburgo, así como a funciones en la Staatsoper unter den Linden de Berlín, donde mi esposa y yo llegamos a coincidir con ellos, especialmente cuando cantaba el destacado tenor mexicano Rolando Villazón, por quien ella sigue teniendo gran admiración.

La partida de Angela Merkel del escenario político – con sus logros y sus limitaciones –  dejará un vacío difícil de llenar. Indudablemente, Alemania, Europa y la comunidad internacional echarán de menos el liderazgo sobrio, estable y confiable de quien, en lo que va del siglo XXI, logró transformarse de la “niña” del Este en una auténtica estadista respetada y admirada a nivel mundial.

Ciudad de México, septiembre de 2021.

*Embajador Eminente de México (en retiro).

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1 comentario

  1. ESTIMADOS AMIGOS, ME COMPLACE EFECTUAR UN BREVE COMENTARIO ACERCA DEL CONTENIDO DEL ARTÍCULO DEL EMBAJADOR CASTRO-VALLE, QUIEN DESCRIBE A ANGELA MERKEL COMO UNA VERDADERA ESTADISTA, AUNQUE NO SABEMOS SOBRE ALGUNOS LOGROS EN EL CAMPO DE LA CIENCIA, PARA LO CUAL SE PREPARÓ AMPLIAMENTE. GRACIAS POR COMPARTIR.

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