ADIÓS A PORFIRIO MUÑOZ LEDO. Por Leandro Arellano

           Dos actitudes, dos filosofías –sobre todo- definen el perfil y la visión del ser humano y su postura ante el universo: la acción y el pensamiento. Entre ambas posiciones se manifiestan categorías intermedias, incluida la de quien participa de las dos conductas, un fenómeno poco común.

     Pertenecen de modo natural a la primera condición quienes se dedican al ejercicio de la política militante. De manera emblemática Porfirio Muñoz Ledo hizo honor a esta categoría. Durante más de medio siglo participó activamente en los grandes foros y debates nacionales y estuvo presente en los medios de información, además de servir con eficiencia en distintas administraciones federales.

     Fue una de las personalidades públicas más brillantes de México en las últimas cinco o seis décadas. Su innegable inteligencia, su activismo político y su visión ideológica no agradaban a todos. Se trataba de agitador en el lenguaje y la mentalidad conservadora, tan enclavada en las entrañas del país. Otros apuntaban a su supuesta veleidad partidista, vistos los varios partidos políticos por los que transitó o en cuyas administraciones colaboró.

     Muñoz Ledo era un hombre libre. Libre a la manera como lo fueron los liberales mexicanos del siglo diecinueve. Nos  recordaba a momentos a aquel Guillermo Prieto que disuadió a la soldadesca que encañonaba al Presidente Juárez; o al Ignacio Ramírez que incendiaba al Congreso con sus opiniones e iniciativas.

    Un concepto de libertad difícil de entender en México, un país donde la venalidad corroe todo principio y el reconocimiento del mérito ajeno es escaso o inexistente.     

    No obstante haber transitado por muy distintos cargos o posiciones políticas y administrativas, Muñoz Ledo mantuvo sus convicciones y su conducta. “Nadie vio que, en tantas mudanzas de la república, mudase Catón”, enseña Séneca. Sostuvo un ideario y mantuvo lealtad a una categoría política que nunca mudó. 

     Tras muchos años de exposición en los debates nacionales y en el ministerio de la política militante, queda claro que la actuación de Muñoz Ledo fue la de un social-demócrata al modo europeo. Un hombre de pensamiento y acción cercanos a los de reconocidos líderes europeos, especialmente de quienes frente al poderío de Estados Unidos y de la ex Unión Soviética, en una etapa álgida de la Guerra fría promovían una doctrina social y democrática diferente a los extremos imperiales de un signo y otro: Olof Palme, Willy Brand, Bruno Kreisky, Pierre Elliot Trudeau, Mario Soares y otros. En Latinoamérica se acercó a Henrique Cardoso y Luis Alberto Moge, entre otros.

     A esa categoría pertenecía Muñoz Ledo. Pero las condiciones y circunstancias, el carácter de México, tornan inviable una manifestación plena de esa naturaleza. Se trata de algo de lo que carece el país como institución constituída y no sólo como visión y postura política nacional.  

     La biografía de Muñoz Ledo muestra una lista no corta de cargos en el Gobierno federal y en el Congreso. También, y de manera brillante, fue Representante Permanente de México ante la ONU, así como Embajador ante la Unión Europea y agregado cutural en París. En todos quedó de manifiesto su inteligencia, su compromiso y su sello personal.

    Interpelar al Presidente de la República en uno de los rituales más importantes del poder -bajo el priismo- se juzgaba herejía por la clase política y por no pocos segmentos de la población. El lo hizo. De la independencia de los individuos -escribió José Martí- depende  la grandeza de los pueblos.

     Su postura lo convirtió en baluarte de valores democráticos, de legalidad, de espacios de apertura y de la dirección del país. Fue un tribuno para quien el debate público representaba el modo natural de hacer política, la manera civilizada de abordar los asuntos nacionales. ¿Y qué decir de su cultura, en medio del absolutismo iletrado que desde hace unos lustros agobia al gobierno del país?

     Dirigente e ideólogo de dos partidos políticos nacionales y aspirante a dirigir un tercero hace apenas meses, su mérito es auténtico, no sólo por aquello de que en tierra de ciegos el tuerto es rey.

     Muñoz Ledo es apellido de linaje antiguo en Guanajuato. El árbol de los Muñoz Ledo es vasto y el ramal de Apaseo el Grande es apreciado y sólido. Porfirio proviene de esa dinastía. “Paisano”, me llamaba ufano en voz alta, a modo de saludo. Las autoridades municipales de Apaseo recién le habían hecho un reconocimiento y un homenaje. Hay emociones que retribuyen al ser humano por años de lucha y persistencia.     

     Una concatenación de circunstancias me llevaron un sábado soleado de 1988 a un convivio, en el Rancho Los Barandales, en el Estado de México, propiedad de don Manuel Moreno Sánchez. La anfitriona de la fiesta era la embajadora Carmen Moreno Toscano.

     Aquella celebración –un día notable en el calendario cívico del país- dio a luz al Frente Democrático Nacional, el movimiento transformador que encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y otros ilustres mexicanos. Lo que emanó de aquella congregación fue un Movimiento histórico, cuya culminación sigue todavía pendiente.

 

Leandro Arellano              

               San Miguel de Allende, julio de 2023

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Sobre Antonio Pérez Manzano 234 artículos
Diplomático mexicano de carrera, ingresó al Servicio Exterior Mexicano en 1973. Después de 35 años ininterrumpidos de representar a México fue ascendido a embajador y al cumplir 65 años fue jubilado. Fundador de la Revista de la Asociación de Diplomáticos Escritores, que en 2024 cumplió 23 años de publicación. Tiene varias obras pedagógicas escritas y novelas.

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